viernes, 4 de noviembre de 2016

NUESTROS ANTEPASADOS

Nuestros antepasados
 
Muchas veces me he preguntado cuál sería el origen de nuestro pueblo. Quiénes fueron sus primeros pobladores y por qué eligieron estos parajes para su morada. Qué atractivos descubrieron y cómo eran las relaciones en la convivencia diaria. Conocer nuestra historia antigua y cercana, la que nos une al territorio en donde nacimos, siempre nos descubre algún matiz, algún dato que nos liga a la cadena continua de la vida que todo pueblo lleva a sus espaldas.

Escasos documentos existen de nuestros antecesores. Es a partir de la Reconquista de los territorios que los árabes arrebataron a los cristianos, cuando encontramos material escrito de la evolución de nuestros antepasados. Yo no soy historiador pero me gusta leer libros de Historia, aunque la que estudié en el bachillerato estaba trucada de conveniencias por el Régimen dictatorial de Franco. Por todo ello, una mañana primaveral de las que invitan a descubrir los secretos que el buen tiempo nos depara, me alejé de la cabaña en un paseo a través de las viñas recién labradas y de estrechos campos de barbecho que en su sueño aletargado se regeneraban. Llegué hasta el camino de las viejas caleras y sentado en un pequeño montículo contemplé el paisaje estepario que lo rodea. Mirándolo con detenimiento medité cómo sería cuando dejó de estar cubierto por el mar y comenzaran a formarse los primeros valles y montañas. De aquellos lejanísimos tiempos aún podemos encontrar, si miramos con detenimiento, y tenemos suerte, algún pequeño fósil incrustado en las rocas que certifica la existencia de una vida que fue evolucionando hasta llegar a los organismos más complicados. Pero dejemos esta misteriosa era paleozoica de hace millones de años y acerquémonos a los tiempos en que el territorio que hoy llamamos Aragón comenzó a ser poblado por los iberos y posteriormente por el pueblo romano.

Y fue aquí, en este espacio que ahora contemplo, en donde existen los vestigios más antiguos que se conocen de Paniza. En el paraje, llamado Carles, cercano al barranco de Valdemorao, se localizaron restos de una necrópolis romana que, como ocurrió en todos los asentamientos de este pueblo colonizador, lo hacían sobre poblaciones tribales iberas o celtiberas que fueron abandonadas por temor al nuevo invasor. Nuestro paisano, el profesor Francisco Burillo Mozota, ha descubierto varios yacimientos de esta época (siglo V A.C.) en diferentes pueblos del Campo de Cariñena, lugar de paso desde los Pirineos al Levante español. Los romanos, en su afán imperial, fueron poco a poco romanizando el territorio gracias a la escasa resistencia que encontraron entre los indígenas españoles que quedaron seducidos por su lengua así como por sus leyes (el famoso Código romano), y su plan de regadíos y calzadas.

¿Cultivarían los celtíberos y romanos la vid por estas tierras? En recientes excavaciones realizadas en Ségeda, población cercana a Belmonte de Gracián (Calatayud), por el mencionado profesor Burillo, se encontró un lagar en donde se elaboraba el vino con la técnica que hasta mediados del siglo pasado se realizaba en nuestras bodegas.

El poder del Imperio romano fue poco a poco debilitándose, y unos pueblos, a quienes llamaban bárbaros por estar fuera de sus fronteras, fueron introduciéndose en su territorio. De todos ellos fueron los visigodos (siglos VI y VII) los que llegaron a quedarse en España y vivir junto a los hispanos que ya practicaban la religión cristiana. ¿Existiría Paniza como pueblo en esta época? La estructura social de este pueblo germánico compuesta por nobles, siervos y esclavos se fue resquebrajando y aparecieron los primeros brotes de rebeldía. Sus últimos reyes, Wamba y don Rodrigo, no pudieron evitar que un nuevo pueblo de origen africano atravesara el estrecho de Gibraltar, invadiera España y se apoderara de casi toda ella: el Islam había triunfado y los árabes iban a ser la población dominante. Esta conquista musulmana obligó a los reyes cristianos a refugiarse en la parte norte del país para desde allí comenzar a reconquistar un territorio que tardaría cerca de 700 años el conseguirlo entre avances y retrocesos. En Aragón, y especialmente en las tierras de los valles del Ebro, Huerva y Jiloca, el rey Alfonso I el Batallador, tras la conquista de Zaragoza (1118), comienza su avance hacia el sur y puede recuperar Cariñena, Calatayud, y Daroca.

Y aquí aparece Paniza. Alfonso I, a medida que conquistaba nuevas tierras las ofrecía a sus vasallos con carta de derecho para poblarlas y explotarlas. Así lo explica un documento en el que concede al noble Pedro Ramón la posesión de Cariñena.

En nombre de Dios, Yo Alfonso, Rey por la gracia de Dios, te otorgo esta carta de donación y confirmación para que puedas poblar y ensanchar a modo de herencia sin ningún mal fuero y sin ningún censo, sino que la tengas y poseas salva, libre, ingenua y franca como propia heredad tuya, para hacer de ella tu entera voluntad para ti y para los hijos o para tu generación, salvada mi fidelidad y para toda mi posteridad por todos los siglos.

Los pueblos se convertían de esta forma en señoríos particulares que se podían comprar y vender como mercancía sin tener en cuenta a sus moradores. En 1348 Paniza pertenecía a la familia de los Ximénez de Urrea, ricos hidalgos provenientes de tierras oscenses pero cuyo poder se fue extendiendo por todo Aragón. Otros pueblos, como Encinacorba y Aguarón estaban en poder de órdenes religiosas, Tosos, por el contrario, pertenecía a la casa noble de Fuentes. En este maremagno de señoríos, nobles y religiosos, sus habitantes vivían trabajando para sus dueños y siempre pendientes de un nuevo amo. Así, Pedo IV el Ceremonioso vendió Paniza a la Comunidad de aldeas de Daroca con la condición de poder recomprarlo. Y haciendo uso de este mismo derecho cedió Paniza el año 1357 a don Álvaro García de Albornoz, a quien el mismo rey se lo retiraría para vendérselo, quince años después, a Gonzalo Gonzáles de Lucio y a su mujer Violante de Urrea.

Sin embargo, el régimen administrativo de este territorio dependía de una villa, o ciudad, que a la vez dependía directamente del Rey, formando por concesión real un territorio con su correspondiente fuero, obligaciones y derechos. La ciudad de Daroca abarcaba en su Comunidad más de 100 pueblos. Para un mejor gobierno se organizó en sesmas, entidad menor pero que conseguía administrar sus principales intereses y establecer ordenanzas propias. En esta territorio se formaron seis: Langa, Trasierra, Gallocanta, Jiloca, Barrachina y la de de Huesa. Paniza, que se incorporó tarde, perteneció a la de Trasierra (detrás de la sierra) en la que también se hallaban, entro otros, los pueblos de Vistabella, Villar de los Navarros, Herrera y Luesma. En cambio, Cariñena, Cosuenda y Mainar pertenecían a la sesma de Langa del Castillo.

Desde su incorporación a la sesma Paniza aumentó considerablemente su población. Muchas veces me he preguntado cómo sería el día a día de sus gentes, aunque no hay que imaginar mucho para verlos en continuo trabajo en la agricultura y ganadería para un consumo local de subsistencia: sería el cultivo del cereal, especialmente trigo y centeno, así como el olivo y la vid, de cuya cosecha, que se medía en cahíces, arrobas y alqueces, había que descontar lo que el humilde agricultor tenía que entregar a su señor y los diezmos que la Iglesia le solicitaba. ¿Y cómo sería la relación personal entre ellos? Cristianos y musulmanes, y hasta judíos, como ocurrió en Cariñena, convivían con toda normalidad, al menos aparentemente, dándose la circunstancia de que en algunos pueblos el número de musulmanes superaba al de cristianos.

Y llegamos a mediados del siglo XV cuando se comienza la construcción del templo cristiano dedicado a Nuestra Señora de los Ángeles. ¡Cuántos ladrillos por fabricar! ¡Qué esfuerzos sobrehumanos para con los medios existentes entonces construir un edificio tan singular! Muchas veces, en mis tiempos infantiles, cuando contemplaba desde la plaza la majestuosidad de la torre, me imaginaba a expertos albañiles moriscos correteando por implicados andamiajes y colocando filigranamente los sonrosados ladrillos de su fachada; allí estarían los alarifes mudéjares empleando las técnicas y los elementos artísticos propios del Islam. Pero con anterioridad, la peste y las malas cosechas hicieron que el pueblo menguara y sus habitantes cristianos volvieran los ojos a la Justicia Divina para pedir remedio a sus males. Y aquí nos cuenta la tradición cómo dos vecinos venerables, elegidos por el pueblo, caminaron comisionados al Pilar de Zaragoza en busca de una solución a sus desgracias.

Camino de Zaragoza / van dos síndicos leales / Hay lagrimas en sus ojos / hay en sus pechos afanes. / Cargados van con el duelo / de amarguras y pesares / de un pueblo que gime y llora / sus largas calamidades... / Alegres están las ventas de María y de Longares / reina en ellas el bullicio de arrieros y menestrales.... / ¡A ver, esos paniceros / que echen un par de cantares! / Y los paniceros callan / el por qué nadie lo sabe. / Una y otra vez resisten a esta invitación amable... / Cómo queréis que cantemos / si el dolor de nuestro males / ahogará vuestra alegría / con nuestros dolorosos ayes... / Pobres hijos, pobres hijos / que están pereciendo de hambre.

Los comisionados, al no encontrar en el Pilar la solución que buscaban, siguen peregrinando, y por tierras catalanas llegan hasta al monasterio de Montserrat. Aquí, el abad les comunica que sus fatigas y anhelos ya han sido escuchados por la Divina Providencia y les explica qué tienen que hacer. De vuelta al pueblo los dos ancianos cuentan a sus paisanos que, tras el arrepentimiento de todos los pecados cometidos, tienen que salir al monte en busca de un águila que posada sobre una grandiosa encina se dejará acariciar, y sobre ella se aparecerá la Virgen. El milagro ocurrió y poco tiempo
después construyeron una ermita en la parte más alta de la sierra, ermita que hoy se conoce como Santuario de la Virgen del Águila. Este hecho lo historió don Vicente López, sacerdote del pueblo (1505-1580); y otro sacerdote, hijo también de Paniza, Domingo Agudo, tomando notas de su antecesor, escribió, cuatrocientos años después, la obra dramática Entrañas de madre que tantas veces han escenificado los habitantes de Paniza.

Durante la edad Media y principios de la Moderna, fueron muchas las personas humildes, sobre todos pastores, a quien la Virgen se les aparecía. En todas ellas les rogaba a los sorprendidos videntes que construyeran un altar en el paraje de la aparición y a donde tendrían que ir a rezar. Toda la geografía española está llena de ermitas con advocación a la Virgen en los más variados nombres: Virgen de la Zarza, Virgen de la Peña, del Pueyo, del Tremedal, de la Oliva... Con el nombre del Águila existen dos más: una se halla en Alcalá de Guadaira (Sevilla) y la otra en un pueblo de Toledo. Verdad histórica, o simplemente leyenda, la tradición ha hecho de estos lugares un sitio de encuentro en donde la fe pasó de generación en generación hasta nuestros días. Y hoy, el Santuario de la Virgen del Águila, tras sufrir a lo largo de su historia incendios y destrozos, está completamente restaurado y es una muestra de orgullo para el pueblo el poderlo disfrutar.

Es también de esta época (finales del siglo XV) cuando se conoce el primer censo oficial de Paniza. El rey Fernando el Católico ordenó el año 1495 al Justicia de Aragón, don Juan de Lanuza, la convocatoria de las Cortes del Reino en la localidad de Tarazona. Según cuenta el historiador Jerónimo Zurita, en dicha reunión, entre los asuntos a tratar estaba el conocer la verdadera población de Aragón en unos momentos delicados en que tanto Francia como Italia amenazaban con invadir España, ordenando al mismo tiempo que todos los ganados que pastaran en las fronteras fueran bajados al llano, y que las murallas, principalmente las de Jaca y Aínsa, se reforzaran; el Rey quería conocer cuántos fuegos existían en su reino. Los funcionarios que realizaron el censo fueron pueblo por pueblo anotando el nombre de la persona que era cabeza de familia, siempre un varón, excepto en el caso de que la familia estuviera encabezada por una viuda.

Un fuego lo formaban todas aquellas personas que habitaban en una casa. Según aquel censo Paniza tenía 102 fuegos y era, junto a Villar de los Navarros, el más poblado de la Comunidad de Daroca. Cariñena, con 347, y Encinacorba con 162, no pertenecía a la ciudad de los Corporales.
En la relación de nombres que da este censo aparece el primero la casa de Martín Soriano. A continuación vienen listados los demás: Miguel Romeu; la viuda de Domingo Lopez; Johan Galindo; mosén Bertholomeu Blasco, regente de la vicaría, junto a otro mosén, P. Sancho, como capellán; Pedro del Spital como barbero; Miguel Lázaro como sastre, y los notarios Johan Naharro y Pascual de la Tonda, hasta llegar a los últimos de la lista: Anthon Galindo, Domingo Gorra, menor, y García Senya, mayor. Es curioso comprobar que apellidos como Cibrián, (actual Cebrián), Montaner, Lázaro, Domingo, Gil, y Serrano, que también aparecen en el listado, estén hoy presentes entre los actuales vecinos; aunque conviene recordar que muchos apellidos de origen musulmán fueron cambiados cuando a los mudéjares se les obligó a convertirse a la religión cristiana.

Y un siglo más tarde no tardarían en llegar a nuestro pueblo las grandes familias aragonesas como los Valero Bernabé, procedentes de Calamocha, que emparentarían con la familia Muñío Amigo, de Paniza, y que cercana a la iglesia, en la calle principal, edificarían su residencia convertida en verdadera casa palacio como más tarde haría la familia Zabal. Y aquel incipiente pueblo, que protegió su contorno cerrándolo al posible enemigo, se fue ensanchando con numerosas calles y naciendo la estructura del actual en donde la calle Mayor sería su eje principal. Hoy día, pasear por ella es contemplar en muchas viviendas una arquitectura renacentista en donde los arquillos y aleros rivalizan por mostrar su encanto. Sería en 1785 cuando el pueblo dejó de ser aldea para convertirse en lugar con realengo y tener su propio Ayuntamiento. Durante mucho tiempo, una baldosa de cerámica colocada en la fachada del edifico consistorial daba testimonio de que aquel edificio era la ―Casa del lugar‖. Y hasta hace poco eran muchas las personas mayores que cuando tenían que ir al Ayuntamiento la llamaban con ese nombre. Así mismo, a la parte de la carretera de Aladrén que pasa por el pueblo, se le conocía como ―Detrás del lugar‖, era el sitio elegido cuando uno quería tener una disputa con alguien; aunque también era allí en donde las mujeres jugaban a las birlas (famosa es la ―Puerta birlas‖), y en donde los hombres comenzaban los emocionantes partidos de tiro de bola que con tanta frecuencia se celebraban los días festivos recorriendo diferentes caminos.

Llegamos al siglo XIX en donde tanto su comienzo como el final están marcados por acontecimientos bélicos que dejaron terribles consecuencias. Si en su principio fue el emperador francés Napoleón Bonaparte el que quiso conquistar nuestro territorio peninsular para completar su dominio de Europa, al finalizar el siglo fueron los americanos los que consiguieron que nuestras últimas posesiones de ultramar se perdieran: Cuba, Puerto Rico y Filipinas dejaron de ser españolas ante la notoria desigualdad de fuerzas existentes entre la Armada española y la norteamericana.

En la guerra contra los franceses (1808-1814) tuvieron una importancia extraordinaria los llamados guerrilleros que, repartidos por todo el territorio nacional, desorientaban al poderoso ejército francés con sus imprevistos ataques en las famosas guerras de guerrillas. Los nombres de El Empecinado en Segovia, el cura Merino en Soria, o Espoz y Mina en Navarra, fueron ejemplo a seguir por otros muchos.

En Paniza nació el 30 de agosto de 1772, el que había de ser uno de esos famosos guerrilleros: Ramón Gayán Díaz. Su padre, Joaquín Gayán Larrán, era natural de Cariñena; y su madre, Miguela Díaz Tarín, había nacido en Paniza. Heredero de una casa de ricos terratenientes -tuvo tres hermanos, Miguel, Mariano y José- se casó con Luisa Frasno Díaz, natural de Cariñena.

Los sucesos acaecidos el dos de mayo de1808 en Madrid, y las numerosas revueltas que contra el ejército francés se manifestaron en toda España, no dejaron indiferente a Ramón Gayán que, dejando a su esposa, hijos y hacienda, se presentó a Palafox en Zaragoza para ponerse a su disposición días después de que fuera nombrado Capitán General del Ejército de Aragón. Don Ramón recibió órdenes para que hostigase y atacara a la retaguardia del ejército francés que al mando del mariscal Lefebvre había llegado a las puertas de Zaragoza para sitiarla. Para ello Gayán reunió a cuantas personas pudo de la villa de Cariñena y pueblos de la comarca; con ellas formó cuatro compañías costeándolas a su cargo mientras pudo, y con el nombre de Escopeteros de Cariñena se enfrentó por primera vez al enemigo en tierras de Aguarón cuando un grupo numeroso de soldados franceses regresaba de Villafeliche. Unos días después Palafox le nombra capitán comandante del Batallón de Escopeteros que más tarde se transformaría en Regimiento.

Zaragoza resistió con heroísmo el primer asedio del ejército francés. En la retirada del enemigo influyó en gran parte la llegada desde Valencia de 5000 hombres al mando de don Felipe Saint Mared, tropas que fueron protegidas por los hombres de Gayán facilitando su llegada a la ciudad. Levantado el sitio, el general Palafox nombra a don Ramón Gayán teniente coronel y pasa a comandar las fuerzas del Bajo Aragón. Desgraciadamente, en febrero del año siguiente Zaragoza capitula. Ante esta situación Gayán intenta reunir a cuantos hombres fuera posible entre los pueblos existentes entre Daroca y Teruel retirándose con ellos a la sierra de Villarroya de los Pinares y Camarillas para instruirlos en el manejo de las armas que había recibido desde Valencia. Pero una orden del general Pedro Villacampa le obliga a dejar esta misión y es enviado como comisionado a Sevilla para informar a la Junta Central del Gobierno, que allí residía, de la situación del Ejército en Aragón. Cumplida esta misión vuelve a Teruel para hacerse cargo del Batallón que él había formado y decide trasladarse al santuario de la Virgen del Águila en donde sería visitado por el capitán general Joaquín Blaque, militar español de origen irlandés, que pasaría revista a sus tropas.

En el santuario, Gayán se hizo fuerte durante varios meses resistiendo los ataques del enemigo. Enterado de que nuevas tropas se acercaban a Paniza, decide, ante la superioridad de los contrarios, unirse al general Blaque en Longares y juntos marchar hacia María en donde las fuerzas francesas derrotaron a las españolas. Tras este fracaso, Gayán, obedeciendo órdenes, se retira de nuevo al santuario de la Virgen del Águila desde donde siguió apresando a cuantos convoyes franceses pasaban por el puerto. El general francés Suchet, al comprobar el daño que el atrevido guerrillero seguía causando a sus hombres, envía dos Regimientos de Infantería y un escuadrón de caballería, y tras saquear Paniza llega luego hasta el santuario ordenando su quema; era el 20 de julio de 1809. (Una placa colocada el año 1934 en el atrio de la iglesia recuerda este hecho ―como un homenaje de Paniza al héroe de la Patria‖).

Gayán, unido a las tropas del general Villacampa, sigue incordiando a los franceses en arriesgadas acciones por los lugares en donde se encuentran. En Caudé, en Abentosa, en Luco, en Daroca, en Calatayud, en el Frasno... consigue causar muchas bajas y apoderarse de caballería, armas y municiones. Tanta fue la fama adquirida que alguien, muy oportunamente, compuso la siguiente copla que muchos cantaban: ―Villacampa es el que campa / en el reino de Aragón / Y después de Villacampa / el que campa es don Ramón‖.

Las autoridades militares aragonesas de nuevo envían a Gayán a conversar con la Suprema Junta Central, que ahora reside en Cádiz, para solicitar más ayuda en armamento y vestuario. Como las comunicaciones por tierra estaban dominadas por los franceses, decide embarcar en un jabeque de Su Majestad el Rey que se empleaba para el transporte de la correspondencia en la zona de Levante. Cuando llegaba a aguas de Gibraltar naufragó el barco; numerosas personas se ahogaron, pero Gayán, hombre de secano, se salvó nadando con mucha dificultad entre el peligroso oleaje que le arrastraba hacia las rocas. Don Ramón llega por fin a Cádiz, se entrevista con la Junta y consigue que le proporcionen 300.000 reales, 200 monturas, 600 fusiles y 2.000 vestimentas. Con todo ello vuelve a embarcar y llega a Alicante para desde allí incorporase a su División que se hallaba en las cercanías de Valencia; más tarde, Villacampa le encomendó el gobierno político y militar de la ciudad de Daroca. Entre acción y acción militar, aún tiene tiempo para ayudar a la condesa de Bureta que, exiliada en Cádiz con su marido el barón de Valdeolivos, le pide ayuda económica. La consigue marchando hasta las tierras de la condesa, y tras apoderase de cuanto grano de cereal pudo -100 cahíces de trigo- consiguió tras su venta cerca de 3000 pesos que envió a la que fue gran heroína de los Sitios.

En junio de 1813 Gayán marcha a Zaragoza capital al mando de varios regimientos y se presenta ante la Aljafería consiguiendo que las tropas francesas que allí quedaban se rindieran. Nombrado por Espoz y Mina Comandante Militar de la capital, días más tarde la Junta Central de Cádiz le confiere el gobierno del castillo de la Aljafería y le nombra Teniente del Rey de la ciudad de Zaragoza.

Durante seis años don Ramón permanece en la capital zaragozana ejerciendo su cargo hasta que por orden del 6 de noviembre de 1919, Fernando VII le nombra Gobernador de la plaza de Cardona en donde tiene que esforzarse para apaciguar los intentos de sublevación existentes en la comarca catalana. Tres años después (1923) fallece su esposa doña Luisa Fresno y solicita el retiro. Con una salud bastante quebrantada regresa a Paniza para ocuparse de su hacienda y sus hijos.
...He tenido a bien conceder retiro a Paniza, dependiente del sexto Distrito militar, a Don Ramón Gayán, Coronel de Infantería y Gobernador de la Plaza de Cardona, con el sueldo de mil reales de vellón al mes que le corresponde por sus servicios en virtud de los decretos vigentes, que ha de gozar a razón de doce pagas al año durante su vida, justificando cada tres meses su existencia por certificación de la Justicia o Alcalde del pueblo en que resida, firmada también por el cura párroco y recogida en la Contaduría del Ejército ..................................
Dado en Palacio a cinco de marzo de mil ochocientos veinte y tres
Firmado. Yo el Rey

Sin embargo, en noviembre de 1833 aún le requiere el Gobierno para colaborar en la lucha contra el pretendiente a la Corona de España, Don Carlos, hermano del Rey Fernando VII. Y Gayán, tras reunir una pequeña guarnición entre sus antiguos servidores de Daroca, Calatayud y Tarazona, consigue eliminar de estas comarcas a las facciones enemigas de la futura Reina. En agradecimiento, el general Baldomero Espartero, regente durante la infancia de Isabel II, le firma el retiro definitivo que ya el padre de la infanta le había concedido para volver a su pueblo natal en donde Joaquín Quilez, oficial de caballería a las órdenes de general Cabrera del ejército carlista, lo había tomado. Quílez falleció a consecuencia de las heridas sufridas en su retirada en el término de Herrera de los Navarros el año 1837.

Cuando Gayán, después de cerca de 40 años dedicado a la milicia con una energía y valor envidiable, vuelve definitivamente a Paniza, su hacienda está muy abandonada e intenta recuperarla. No ha perdido su afición por la caza y en una cacería sufre un derrame cerebral que le conduce a la muerte: era el año 1846 y tenía 74 años. El ―Jinete de hierro‖ como era conocido, fue enterrado en el cementerio de su pueblo en el panteón familiar. Cuando el camposanto se convirtió en pabellón deportivo (1985) se trasladaron sus restos al actual cementerio. La bandera de su regimiento, a la que llamaban ―Coronela‖, se guardó en el Ayuntamiento de Cariñena; con ella al frente concurrió el municipio cariñenense a los actos del Primer Centenario de los Sitios en 1908. Olvidada y deteriorándose con el paso del tiempo, el año 2006 la Corporación Municipal la restauró. Una réplica de ella le fue entregada al Ayuntamiento de Paniza en un acto solemne organizado por la Asociación Voluntarios de Aragón. La casa de Gayán, y la huerta que lleva su nombre, son dos testimonios vivos que nos recuerdan la arriesgada vida del famoso guerrillero.

Si los hechos guerreros hizo disminuir la población en Paniza, todavía decreció más con le epidemia de cólera que a mediados del siglo XIX se extendió por toda la comarca. En Cariñena, la Junta de Sanidad prohibió que se realizaran exequias por los difuntos por temor a los contagios; afortunadamente la enfermedad desapareció en menos tiempo del esperado. Por el contrario, la llegada de la filoxera que mataba los viñedos europeos, especialmente los franceses, hace que los vinos de la zona se revaloricen porque aquí la enfermedad no ha hecho acto de presencia. Los vinicultores franceses se lanzan a la compra del producto aragonés con una demanda superior a la
que los aragoneses pueden ofrecerle. Como consecuencia nacen nuevas plantaciones roturando tierras que se creían incultivables, empleando para ello la más moderna maquinaria, como el malacate y el brabante, que solamente podían comprar los grandes propietarios. El hecho crea malestar en los ganaderos al ver que tierras propias para el ganado se convierten en viñas. Todos los pueblos de la comarca aumentan su población de forma considerable, pero esta época dorada del vino vuelve a decaer cuando el gobierno francés cierra la importación. Los cosecheros se encuentran entonces con mucha producción pero con poca salida; para solucionar tan grave problema se ven obligados a solicitar la creación de alcoholeras que les va a permitir la elaboración de destilados produciendo anisados y licores dulces. Paniza tuvo una importante destilería, la ―Panicense‖, que adquirió considerable importancia. Cuando se creía solucionado el problema, la filoxera, ausente hasta entonces, llega a la comarca de Cariñena y obliga a arrancar todos los viñedos. Esta catástrofe se pudo solucionar empleando un patrón de cepa americana, resistente a la enfermedad, e injertando sobre él el sarmiento natural de la comarca capaz de producir fruto. Durante este periodo y el anterior comenzaron a formarse en los pueblos de la comarca asociaciones que defendían los intereses vinícolas. En Paniza, Pablo Valero Sigüenza y Genaro Loscertales, dos grandes propietarios, formaron parte de la Junta comarcal que se formó en Cariñena.

Recuperada poco a poco la producción, la fama de los vinos volvió de nuevo, y aunque la propiedad de pequeños agricultores iba aumentando, la mayoría del ganado, el cereal y las viñas seguía en manos de determinadas familias que podían vivir desahogadamente de la agricultura. En 1911 el pueblo dejó de pertenecer al partido judicial de Daroca y pasó a depender del de Cariñena. Fue en esta época cuando el farmacéutico de Paniza, don Teodoro Gascón Baquero, realizó la famosa alegoría al vino. En un cuadro, teniendo como fondo el caserío y su torre, dibuja a una dama
vestida con túnica blanca dejando al descubierto los pies y brazos; unos cuévanos de mimbre llenos de uva, delante de una prensa manual, y unos pequeños toneles completan la litografía. Don Teodoro, que también realizó pintura mural en las paredes de la ermita de santa Quiteria, abandonó su profesión de farmacéutico para dedicarse exclusivamente a la pintura, y sobre todo al dibujo, colaborando en revistas como Vida alegre, Mundo Nuevo y Blanco y Negro, así como en la ilustración de numerosos libros y de postales baturras que se comercializaron por todo el mundo.
El año 1923 don Ramón García Gárate, Maestro Nacional de Albalate del Arzobispo, publicó una Guía General de Aragón en la que muy meticulosamente aporta abundantes datos de todos los pueblos. De Paniza dice que tiene 1.400 habitantes, que se comunica diariamente con Cariñena por carretera y desde aquí por ferrocarril hasta la capital. Posee alumbrado público (se inauguró en 1905) y que el vino y su industria, junto al cereal y la caza menor, son su mayor riqueza. Pero lo más interesante de la Guía es que nombra a todas las personas que tienen algún cargo político así como los propietarios de tiendas, industrias y servicios. Sus apellidos, conocidos por todos nosotros, son nuestros directos antepasados.

Estos son los nombres:
Alcalde: Paulino Vitaller Floría. Secretario: Don Casiano Agudo. Juez municipal: Don Marcos Julián Vitaller. Párroco: Don Baldomero Gambón. Coadjutor: Don Liborio Julián Vitaller. Encargado de Correos: Don Tiburcio Zarazaga. Maestro de niños: Don José Velilla. Maestra de niñas: Doña Felisa Gambón. ( Los maestros, con 73 niños matriculados, tienen casa contigua a la esuela). Albañiles: Mariano Sancho (mi abuelo paterno) y Andrés Sancho. Alpargatería: Manuel García. Barberías: Amado Lázaro y Mariano Valenzuela. Cafés: Mariano Higueras y Mariano Vitaller. Carnicerías: Ignacio Serrano y Sixto Agudo. Carpinterías: Hipólito Cebrián y Vicente Moliner. Carretería: Feliciano Molina. Comadronas: Joaquina Báguena y Felisa Gonzalvo. Comestibles: Domingo Conde, Antonio Cebrián, Dioniso Martín e Ignacio Serrano. Confiterías: Antonio Conde, Joaquín Conde y Francisco Vitaller. Estanco: Viuda de Serafín Jimeno. Fábrica de alcoholes: La Unión Panicense. Farmacias: Viuda de Miguel Vitaller y don José Falcó. Fondas: Viuda de Burillo. Herrerías: Eduardo Cebrián, Pedro Ubide y Mariano Idiago. Médico: Don Luis Sainz. Mercerías: Antonio Conde y Domingo Conde. Molino de aceite: Antonio Cebrián. Posadas (alta): Gregorio Báguena; (baja): Juan Gambón; (extramuros): Gregorio Gómez. Recadero: Aniceto Lafuente. Sastrerías: Vicente Pérez y Javier López. Sociedades: Casino Católico. Tejidos: Gregorio Cebrián y Paulino Vitaller. Veterinario: Don Martín García. Zapatería: Félix Zalzuendo.
Llama la atención la existencia de comadronas, conocidas también como parteras, que sin estudios médicos asistían a las parturientas y únicamente llamaban al médico cuando el nacimiento se complicaba. Todo el mundo nacía en su casa. La mujer, rodeada de sus familiares, luchaba a base de esfuerzos, oraciones y cataplasmas ante lo imprevisto para que el futuro ser naciera sano y sin defectos físicos. Pobres madres, cuánto sufrimiento que a veces no era recompensado; las familias numerosas estaban a la orden del día. Una casa con abundantes brazos era sinónimo de poder porque la tierra necesitaba el esfuerzo de todos, pero cuántos niños morían al nacer o no llegaban a cumplir los tres años.

Y qué lamineros debían de ser nuestros abuelos. Cuatro confiterías les harían la vida más dulce. Sin embargo, es extraño que el autor de esta Guía no nombre ninguna panadería cuando el pan, ese indispensable alimento hecho a mano y cocido en horno de leña, tenía el sabor que con el tiempo aumentaba y era consumido como el principal alimento. ¡Y cuántos chicos en las escuelas! Dos años después (1925) llegaría el maestro don Santiago Hernández que tan grata huella había de dejar en el pueblo junto a su compañera, natural de Paniza, doña Felisa Gambón. Y dos farmacias, una exclusiva para el pueblo y la otra, la de don José María Falcó, que servía también, al igual que el médico don Luis Sainz, a los pueblos de Aladrén (310 habitantes), Vistabella (631) y Cerveruela (431).

Y llegamos a la década de los años treinta que tantos cambios, sufrimientos y muertes habían de causar en toda España. En nueve años (1930-1939) se pasó de una Dictadura blanda (Miguel Primo de Rivera) a una República con tres elecciones generales, para llegar a una Guerra Civil que de nuevo iba a traer la más dura Dictadura que había de perdurar cerca de cuarenta años.

El 12 de abril de 1931 se realizan elecciones a concejales en todos los Ayuntamientos de España. En Paniza se presentaron 18 aspirantes y había 333 electores (únicamente hombres) de los que solamente votaron 222. Felipe Vitaller Higueras, Mariano Higueras Suso, Mariano Vitaller Gil, Juan Gracia Jaime y Bautista Julián Ubide, todos ellos de ideología derechista, fueron los más votados con ciento cuarenta y dos votos cada uno. Los candidatos de izquierda, Benito Vitaller Gil y Mariano Vitaller Serrano, no llegaron a cinco votos cada uno. Sin embargo, aunque en las poblaciones pequeñas triunfara la derecha, que era partidaria de la Monarquía, en las capitales y en las grandes ciudades ganaron las izquierdas partidarias de la República. Ante estos resultados, tanto el Gobierno de Alfonso XIII, como la Oposición, consideraron estas elecciones municipales como un plebiscito en favor de la República. España, en frase de un ministro, ―se acostó monárquica y se ha levantado republicana‖. Alfonso XIII abandonó Madrid y embarcó en Cartagena rumbo al destierro. Dos días después, el 14 de abril, se proclamó la II República.

Este trascendental hecho histórico motivó que la alcaldía de Paniza estuviera presidida por dos personas distintas en el espacio de tres días. En primer lugar fue nombrado alcalde Bautista Julián Ubide al ser elegido por los concejales que ganaron las elecciones del día 12. Tres días después, el 15, el Comité republicano, al conocer que la República había sido proclamada, realiza una votación entre los miembros de su Junta y eligen para alcalde a Domingo Serrano Gil. Sin embargo, el 18 de abril se recibió una orden del Gobernador Provincial en la que comunicaba que la alcandía fuera para Bautista Julián ganador de las anteriores elecciones municipales, circunstancia que causó cierto malestar y desconfianza en el grupo republicano.

Proclamada la II República había que celebrar elecciones para elegir los Diputados a las Cortes Constituyentes. Estas se celebraron el 28 de junio de 1931. En el distrito electoral de Paniza, bajo la presidencia de Hipólito Cebrián Murillo, había 370 electores que dieron la mayoría del voto (224) a la candidatura nacional formada por Aniceto Alcalá Zamora, Darío Pérez García y Honorato de Castro Bonel. El triunfo de los partidos republicano y socialista en la mayor parte del país, hizo que la nueva Constitución, aprobada a finales de 1931, no fuera bien recibida por las fuerzas conservadoras que vieron cómo proclamaba la separación de los poderes del Estado y de la Iglesia, al mismo tiempo que se le suprimía la asignación económica y la enseñanza de la religión en la escuela. Fueron dos años en los que la República no contentó a nadie y los desórdenes fueron continuos. Ante el malestar general, el gobierno de Manuel Azaña dimitió en septiembre de1933 y se disolvieron las Cortes. Se convocaron nuevas elecciones en las que la CEDA (Confederación Española de Derechas Autónomas) y sus aliados (monárquicos alfonsinos y los requetés) fueron los triunfadores. En estas elecciones, en las que por primera vez podían votar las mujeres, en el distrito de Paniza había dos secciones: una, la llamada de San Gregorio; y otra, la del Hospital. En ambas los más votados fueron Jesús Comín Sagués, Mariano Lahoz Saldaña y Manuel Sierra Pomares, todos ellos representantes de la Unión de Derechas. El acto electoral trascendió con cierta tensión pero no hubo altercados que sí existieron, según contaba al día siguiente el periódico Heraldo de Aragón, en Cariñena, en donde se produjo la rotura de cinco urnas y fueron detenidas seis persona; al igual que en Muel en donde tuvo que actuar con fuerza la Guardia Civil.

De 1933 a 1936 fueron alternando en el Gobierno diferentes tendencias, al mismo tiempo que en Barcelona el Gobierno de la Generalidad proclamó el Estado catalán. Y en Asturias, la sublevación obrera terminó con la intervención violentísima del Ejército. El Gobierno no consigue restablecer la paz social y convoca nuevas elecciones generales. Convocadas para el 16 de febrero de 1936, las izquierdas se agruparon en el llamado Frente Popular pidiendo en su programa amnistía para los presos políticos y la aceleración de la esperada Reforma Agraria.

La campaña se desarrolló en todo el país con gran apasionamiento y violencia verbal pero sin grandes alteraciones del orden público. En Paniza se realizaron las votaciones en las dos secciones (San Gregorio y Hospital) y en ambas la mayoría de votos fueron, de nuevo, para el bloque de la derecha cuyos primeros de la lista eran José Mª Sánchez Ventura, director del periódico zaragozano El Noticiero, Miguel Blasco Bernal y el carlista Jesús Comín Sagüés. Esta agrupación pedía en su propaganda un voto sin coacción y añadía cinco puntos: Vota con fe cristiana. Con humildad y honradez. Respetando y considerando. Sinceridad, pan y trabajo. Con Justicia legal no burlada. En la sección de la mesa de San Gregorio, el acta recoge la protesta realizada por el votante de la localidad, Antonio Conde Cebrián, representante del candidato Honorato Castro Bonel de Izquierda Republicana, por haber votado dos personas que ―... imploran caridad pública, habiendo admitido sus votos por acuerdo de la mesa que nada probó sobre la anterior protesta‖.

A nivel nacional las elecciones generales dieron el triunfo a los candidatos del Frente Popular que consiguió 257 diputados frente a los 139 de la Derecha. Las nuevas Cortes destituyeron a Alcalá Zamora y eligieron presidente de la República a Manuel Azaña. El triunfo de la Izquierda hizo que el 9 de marzo de 1936 tomara posesión como alcalde de Paniza Benito Vitaller Gil, pero cuatro meses después, el 18 de julio, al triunfar en Zaragoza la sublevación militar contra la República, el Gobierno Civil de la capital ordena a la Guardia Civil de Cariñena que lo destituya. Así, el 22 de julio, Benito Vitaller es cesado y se nombra nueva Corporación cuyo alcalde será Mariano Berrué Lario, cargo que ejercerá durante toda la Guerra Civil. Al concluir ocuparía la alcaldía Vicente Moliner Sanz que ya fue mandatario desde 1924 a 1928.

En la Guerra Civil se les dio el nombre de ―fascistas‖ a los españoles que apoyaron la sublevación del 18 de julio, y el de ―rojos‖ a los que apoyaron al Frente Popular. Estos calificativos eran demasiados simples, pues tanto en la Izquierda como en la Derecha había partidos muy lejos de esas ideas. A la única fuerza que por su forma de comportarse se le podía llamar fascista era a la Falange, pero no a los monárquicos, aunque para los que combatieron al lado de Franco, el enemigo mortal era el comunismo que lo veía por todas partes, y para los españoles que defendieron el Gobierno legítimo de la República, el mal supremo era el fascismo.

Al comienzo de la sublevación se produjeron asesinatos indiscriminados en ambos bandos (especialmente por anarquistas y falangistas) y quema de conventos e iglesias, consiguiendo que el odio y la venganza fueran en aumento. Paniza estuvo siempre bajo el poder de los sublevados; el límite de la llamada zona roja se quedó entre Aladrén y Herrera de los Navarros. Cuando terminó esta guerra fraticida, que tantos muertos y sufrimiento produjo en las familias españolas, Franco, no contento con haber derrotado al gobierno legítimo, se cebó con encarcelamientos, muertes y represalias contra todo aquello que hablara de libertad de ideas. Esto lo podemos comprobar recordando qué les pasó a los ―Hijos ilustres‖ que Paniza tuvo.

María Moliner, la famosa lexicógrafa que participó en los proyectos culturales de la República, fundando y organizando las famosas bibliotecas populares, intentando que la educación y la cultura llegara a todas las capas sociales, es ―castigada‖ con tres años de postergación e inhabilitación para el desempeño de cargos de confianza, al mismo tiempo que perdió dieciocho puestos en el escalafón. Igualmente son depurados su hermano Enrique, ingeniero y topógrafo, y su marido, Fernando Ramón, profesor en la Universidad de Valencia de la que perdió su cargo. Julio Palacios, el catedrático que se atrevió a rebatir la teoría de la relatividad de Einstein, al terminar la contienda se autoexilió en su domicilio en Madrid organizando coloquios científicos; más tarde fue confinado en Almansa, provincia de Albacete, por haber firmado el escrito que los intelectuales españoles, adeptos a la monarquía, dirigieron a don Juan de Borbón adhiriéndose al famoso manifiesto de Lausana. Igualmente, a nuestro paisano Gregorio Ramón Cebrián la guerra le privó de una cátedra de Universidad que había conseguido legalmente. Cuando recién estrenada la democracia en 1978 las autoridades académicas le ofrecieron su plaza, él renunció a ella.

Pero el que más sufrió las consecuencias de las iras franquistas fue Ildefonso Manuel Gil. Detenido en Teruel, donde estaba ejerciendo como funcionario del Estado, pasó varios meses en el sótano del Seminario de la ciudad, convertido en cárcel, esperando ser fusilado cada amanecer cuando los guardianes se presentaban y leían la lista de los que estaban sentenciados. Afortunadamente se libró de la pena máxima pero perdió su cargo. Esto le obligó a llevar una vida nada cómoda hasta que marchó a Estados Unidos como profesor en una Universidad. Algo parecido le pasó a Santiago Hernández Ruiz, el maestro a quien tantos paniceros admiraban. Los dos coincidieron en Teruel en los días previos al inicio de la guerra. Santiago Hernández pudo marchar antes de que lo detuvieran y su vida se convirtió desde entonces en una huida continua hasta que recaló en México. Allí, y en diferentes países iberoamericanos, el que había sido Secretario General de Enseñanza Pública en España, pudo demostrar su valía organizando y creando escuelas al mismo tiempo que formaba a futuros docentes.

Tras una posguerra muy dura, con cartillas de racionamiento, frío en los pies y en el alma, se fue saliendo lentamente de un ostracismo obligado y fueron llegando las libertades. Paniza, que en 1961 dejó de pertenecer al partido judicial de Cariñena para volver de nuevo al de Daroca, pudo afortunadamente en 1984 reparar en parte el daño moral que el Gobierno franquista produjo a estas personas. El Ayuntamiento, presidido por Antonio Higueras Gil, y siendo concejal de cultura Conrado Cebrián Mateo, organizó una magnífica semana cultural, en la que tuve el honor de participar junto a diferentes personalidades de las letras aragonesas: el profesor Eloy Fernández Clemente glosó la figura de Santiago Hernández; la profesora Mª Antonia Martín Zorraquino la de Mª Moliner, y los poetas Rosendo Tello, Luciano Gracia y Guillermo Gúdel la de Ildefonso Manuel Gil. El numeroso público que todas las tardes llenó el salón del cine, salió entusiasmado del acontecimiento. Pero el acto más solemne se celebró el último día en la plaza de la Iglesia. En un escenario levantado para la ocasión, el presidente del Gobierno de Aragón, Santiago Marraco Solana, compañero mío de estudios en el colegio Santo Tomás, hizo entrega de los títulos de Hijos Predilectos de Paniza a Ildefonso M.Gil y a María Moliner, y el de Hijo Adoptivo a Santiago Hernández, al mismo tiempo que diferentes calles de la localidad recibieron sus nombres. Sin embargo, Gregorio Ramón Cebrián el más panicero de todos los hijos ilustres, fue el gran olvidado.
Tras la Guerra Civil, a Vicente Moliner, jefe local de Falange, le siguieron los siguientes alcaldes cuyos nombramientos y ceses eran propuestos por el Gobernador Civil de la provincia: Carmelo Gil Berrué (1945); Vicente Moliner Sanz (1951, por tercera vez); Julián Julián Vitaller (1952); Francisco Burillo Ubide (1953, interino); Antonio de la Tajada y de la Llave (1952); Francisco Burillo Ubide (1959); Mariano Higueras Baselga (1963); Pedro Cebrián Tirado (1965) y Félix Julián Vitaller (1974). Aprobada en 1978 la nueva Constitución española, al año siguiente se celebraron las primeras elecciones municipales. En Paniza fue elegido alcalde Pedro Cebrián Tirado (que ya lo había sido en vida de Franco de 1965 a 1974), presentado ahora por el Partido Aragonés Regionalista (PAR). Le sucedió en 1983 Antonio Higueras Gil perteneciente PSOE. En 1995, Javier Gimeno Guillén, también por el PSOE, fue el nuevo alcalde. En las últimas elecciones (2007) el Ayuntamiento presidido por él quedó formado por cuatro concejales del PSOE, 2 del PAR y 1 de CHA.

Durante este periodo el pueblo ha sufrido una gran transformación, y aunque el número de habitantes ha ido disminuyendo paulatinamente (1273 h. en 1940; 1127 en 1960; 770 en 1991 y 763 el 2009), el impulso económico producido por el desarrollo continuo de la Cooperativa Virgen del Águila, fundada el 1953, se ha acentuado en la última década en la que mucho ha tenido que ver la presidencia de Jesús Juste Ramón. Los vinos son constantemente premiados y llegan a diferentes países, consiguiendo que, a pesar de la bajada de su consumo a nivel nacional, la mejora constante en su calidad, junto a las nuevas tecnologías, conviertan a Paniza en un referente vinícola a nivel internacional en donde la experiencia y la juventud caminan de la mano.

Así mismo, las diversas asociaciones culturales y recreativas que a lo largo del año organizan actividades de todo tipo convierten a la localidad en un lugar atractivo para vivir. A ello hay que añadir las constantes mejoras en los recintos públicos (piscinas, pabellón deportivo, casa de la cultura...) así como la de los caminos y los barrancos convertidos, alguno de ellos, en Parque Natural, sin olvidar la iniciativa privada en cuanto a instalaciones de hostelería. Paniza, puerta de su famoso puerto, siempre está abierta al progreso y a darle la bienvenida a toda persona que quiera visitarlo.


Alegoría de Paniza realizada por el farmacéutico don Teodoro Gascón



Camioneta para el transporte del vino (1920)


Fábrica de alcoholes La Unión Panicense (1915).


Trillando en las eras altas (1950)


Jóvenes

1 comentario:

  1. Una interesante historia del pueblo de PANIZA, como DAROCENSE de nacimiento y mis primeros años de juventud en DAROCA, le felicito a la persona que ha hecho semejantes relatos de su pueblo, ojala todos los aragoneses describieran los relatos de las historias de nuestros pueblos. Saludos

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