jueves, 21 de julio de 2016

CAPÍTULO VII.- LOS CURAS GUERRILLEROS

CAPÍTULO VII

LOS CURAS GUERRILLEROS

Corría el mes de enero de 1971. Hacía cuatro años que yo estaba de profesor en la escuela de Formación Profesional de San Valero en el barrio de las Delicias de Zaragoza, una escuela dependiente del Arzobispado y cuyo presidente del Patronato era Jalón Ángel, famoso por haber sido el fotógrafo oficial del generalísimo Franco. Esta escuela, que nació por el impulso de los hombres de Acción Católica del mencionado barrio, tenía como principal objetivo ayudar a los numerosos aprendices de las fábricas a adquirir conocimientos más técnicos y adquirir una mayor formación humana.
Cuando yo llegué a la escuela, ésta había estrenado un edificio nuevo, dentro de la huerta que el antiguo convento de los carmelitas tenía en la calle Jardines, después Juan XXIII, gracias a las numerosas ayudas de personas anónimas y, sobre todo, según contaba con entusiasmo Jalón Ángel, al dinero conseguido con la venta de papel de los sacos de cemento que los americanos emplearon para construir la base aérea zaragozana de Garrapinillos. Desde hacía tres años, la escuela publicaba una revista que yo fundé, (Engranaje es su nombre y todavía se sigue editando), que realizada a ciclostyl se repartía gratuitamente entre los alumnos del centro. En el número 10, correspondiente al mes de enero de 1971, se dedicó una de sus páginas al tema de “Los curas guerrilleros” que yo les había comentado en clase a los alumnos de segundo curso de Preaprendizaje; quería conocer qué opinaban de unos sacerdotes que habían elegido el tomar las armas para defender el Evangelio. La revista, como hacíamos siempre, se enviaba a los diferentes periódicos zaragozanos. Uno de ellos, Aragón Exprés, que siempre estaba al día sobre este tema, nos reprodujo íntegro el texto y el infantil dibujo que los alumnos habían realizado, añadiendo un breve cometario elogiando el que los jóvenes se interesaran por este problema.
Pasada una semana de ese hecho se presentaron en la Escuela dos policías preguntando por “ese profesor que se atrevía a hablar a los alumnos de los curas guerrilleros”. El director de la escuela, Luis Lostao, así como el subdirector, Fernando Mimbela, les tuvieron que aclarar que ese profesor no era subversivo ni comunista, como ellos creían; simplemente era amigo de la infancia de unos de los curas que en el artículo se nombraba. Aclarado el asunto parecía que la cosa no iba a trascender, sin embargo, a los quince días recibe el director una carta del Ministerio de Educación y Turismo desautorizando la publicación de la revista por no estar registrada oficialmente.
Dos cursos tardamos en poder volver a publicarla. Primero hubo que patentizar el nombre, Engranaje, tras su publicación el BOE, luego solicitar su inscripción en la sección de personas jurídicas. Hoy día tal vez sea el único periódico escolar que tenga su registro oficial. La hoja del mencionado escrito, junto a una carta, se la envié a Domingo a través de los contactos que el sacerdote Hilario Martínez, compañero de estudios de Domingo, tenía en Francia. Desconozco si llegó a su poder el preciado envío, pero en la carta le recordaba que en España eran muchos los que estábamos pendientes de sus actos por atreverse a entrar de puntillas en corazones hermanos, hambrientos de justicia, aunque ciertas personas no comprendían su actitud porque para ellos el sacerdote era simplemente la misa y el sermón dominical: les costaba admitir que Cristo estaba sobre todo en la calle, en el taller, en el trabajo inhumano; en el viento huracanado que recoge a voleo las voces y quejas de todos los marginados.
El sacerdote Hilario Martínez, que ejercía en la parroquia de Santo Dominguito de Val, impartía también clases de Religión en la escuela San Valero. Con él hablaba mucho del acontecer de los curas que España enviaba a América y del duro compromiso que muchos de ellos adquirían. Hilario, que murió repentinamente de un infarto cardiaco, conocía muy bien el problema de miseria en el que vivía la mayoría de los indígenas americanos por haber estado dos años ejerciendo su ministerio allí, incluso tenía correspondencia con algunos de sus antiguos feligreses a través de cartas recibidas por amigos en Francia. Por aquellos días, la prensa española se hizo eco de este tema y fueron muchos los periódicos y revistas que lo llevaron a sus portadas. Desde entonces me dediqué a coleccionar todo lo que caía en mis manos relacionado con este asunto.
La revista Triunfo, dirigida por José A. Ezcurra, y estando Eduardo Haro como subdirector, publicó el 30 de enero de 1971 un interesante documento sobre “Los curas guerrilleros” firmado por Ramón Calanda.
¿Fusilado o no? se preguntaba el periodista. Todo parece ser, continuaba, que es un montaje desafortunado para desprestigiar a la guerrilla. “Los guerrilleros de Fabio Vásquez Castaño fusilaron en abril de 1970 al padre Manuel Pérez, español y amigo de Domingo Laín, que se habían unido meses atrás al grupo guerrillero de Camilo Torres”, dijo el primer “flash” de agencia. Y continuaba:
Un cura en América Latina no es sólo un sacerdote, es el “padresito” con toda la carga afectiva que la palabra contiene en los labios del pueblo. Si la guerrilla es capaz de matar a sangre fría a un “padresito”, entonces la guerrilla es enemiga del pueblo y habrá que eliminarla entre todos.
Efectivamente la noticia era falsa, y en Aragón se conocía bien. La familia de Manuel Pérez, había recibido en septiembre, cinco meses después del mencionado anuncio de su muerte, una carta a través de una monja española que trabajaba en Cuba en la que manifestaba que Manuel vivía Estas noticias sin conformación oficial, eran manipuladas por parte de la prensa española que, siempre que tenía ocasión, publicaba severos alegatos contra el atrevimiento de esos jóvenes sacerdotes que se habían incrustado en la guerrilla en las montañas colombianas.
La revista Triunfo aprovecha además la ocasión para realizar un estudio sobre el clero extranjero en Latinoamérica, que consideraba un país colonizado sacerdotalmente, dado que el clero autóctono era muy escaso, aunque Colombia era de los países que más sacerdotes nacionales disponía. A lo largo de 1969 el Secretariado del CELAM (Consejo Episcopal Latinoamericano), había efectuado una consulta a todas las Conferencias Nacionales del continente sobre la ayuda exterior sacerdotal. Aunque para la mayoría de los obispos de América del Sur el saldo era positivo, no eliminaban la preocupación… “Por la inquietud que algunos sacerdotes trasladan a América, unos cambios que van más allá de lo que podrían conseguir en sus países de origen”.
Fue la Conferencia Episcopal de Ecuador la que se expresó más favorablemente: “Respetaremos el compromiso que asuman los sacerdotes en una labor de carácter temporal”. La de Brasil, escindida en dos bloques, Heder Cámara estaba al frente de uno de ellos, daba cada una su particular visión. Por su parte, el sacerdote español Rico Júlvez, recién llegado a su país, procedente de Perú, realizó unas manifestaciones que causaron cierto malestar en la jerarquía española: “Cuando tienes ante ti a miles de personas a las que se les paga por su trabajo con alcohol, comprendes que es ridículo que a ti te obliguen a rezar el rosario cada tarde”. Y el padre Rico Júlvez no figuraba entre los sacerdotes que habían sido expulsados.

Compromiso público de Domingo Laín con la guerrilla.
Con motivo de cumplirse el cuarto aniversario de la muerte del sacerdote Camilo Torres, el Ejército de Liberación Nacional (ELN), publicaba el siguiente comunicado:
En este aniversario podemos presentar un testimonio que muestra que el ejemplo de Camilo sigue vivo: anunciamos al pueblo que el sacerdote Domingo Laín se ha enrollado en nuestra guerrilla.
Los periódicos de Bogotá publicaron abundante información sobre esta noticia. Y el ministro de Defensa de Colombia, general Eyerbe Chaux, declaró al conocerla que “el padre Laín se ha puesto en situación de rebelde ordinario y caerá bajo las balas como cayó Camilo”.
Cuando Domingo se decidió a integrarse en la guerrilla, lo hizo convencido de que por medio de ella podría conseguir lo que pacíficamente, y dando ejemplo de vida cristiana junto a los más necesitados, no pudo alcanzar: que el gobierno colombiano dejara de ser un explotador de los humildes, sobre todo campesinos, a los que oprimía y subyugaba. Creyendo que recibiría el apoyo de la mayoría del país, sobre todo del mundo rural, no pensó en las posibles consecuencias negativas que aquella decisión podía tener, porque al elegir un camino sin retorno podía convertirse, como así sucedió, en una simple lucha por conseguir objetivos de poder que le alejaban del principio que Camilo Torres, su ídolo, había predicado: “La violencia con víctimas a nadie favorece”.
El ELN era un movimiento inspirado en la revolución cubana de 1959 y fue en ese país donde, en 1962, seis estudiantes colombianos que viajaron a la isla becados por el gobierno de Fidel Castro, fundaron la Brigada “José Antonio Galàn” en recuerdo del antiguo comunero que se rebeló contra las tropas españolas en Colombia, como anteriormente lo había hecho Simón Bolívar. Su primer líder iba a ser Fabio Vásquez Castaño.
La primera marcha hacia las montañas la realizan en julio de 1964. El grupo estaba formado solamente por 20 ó 25 personas, la mayoría jóvenes sin experiencia en la lucha, que disponían de pocas y antiguas armas: viejas escopetas, revólveres usados que fallaban y escasas municiones. Dirigidos por Fabio Vásquez, iban vestidos con ropas rudimentarias que poco les iba a ayudar a luchar contra las inclemencias del tiempo agresivo de la zona. Sin embargo, les unía y les animaba el ideal tanta veces repetido de: Todos somos hermanos y ahora vamos a luchar contra los ricos.
Pasaron un año realizando simulacros de guerra, entrenándose con entusiasmo para cuando llegara la ocasión. Su primer objetivo iba a ser el conseguir armamento moderno para poder continuar la lucha. Sentían el apoyo de los campesinos que veían en ellos a sus futuros salvadores, pero éstos poco podían ayudarles económicamente y menos con armamentos; lo tendrían que conseguir en los núcleos urbanos, por las buenas o por las malas.
Por fin deciden realizar la primera acción real de la guerrilla en la ciudad de Simacota, situada en una zona de mucho peso histórico por ser en ella en donde los comuneros colombianos se sublevaron contra España, y muy cerca de donde los españoles ahorcaron al jefe comunero José Antonio Galán. En el ataque consiguen arrebatar varias armas automáticas a diversos policías que tienen que pedir refuerzos a la capital, pues creían que eran unos vulgares ladrones. Tras este primer combate, en enero de 1965, Fabio Vásquez da a conocer en la plaza pública su primer manifiesto al más estilo revolucionario. En él, tras comentar que los beneficios de la tierra van a parar a los oligarcas que viven en la ciudad como verdaderos reyes; que los jornaleros trabajan por jornales de hambre, y que los intelectuales y profesionales tienen el dilema de entregarse a la clase dominante o de perecer, termina con las siguientes palabras:

…Además, las riquezas de nuestro pueblo son saqueadas por los imperialistas norteamericanos. Por ello, el pueblo colombiano que ha sentido sobre sus espaldas el látigo de la explotación, de la miseria y de la violencia reaccionaria, se levanta y está en pie de lucha. Esta lucha revolucionaria es el único camino que le queda al pueblo para derrocar al actual gobierno. Nosotros, que agrupamos el Ejército de Liberación Nacional, nos encontramos en lucha por la liberación de Colombia.
 
Y termina con un eslogan que se hará famoso a lo largo de toda su historia revolucionaria. ¡Liberación o muerte! Este manifiesto fue dado a conocer por toda la prensa nacional e internacional con titulares muy llamativos explicando el nacimiento de una organización subversiva de inspiración castrista. El ELN se sentía feliz por este hecho, pues aunque el botín logrado en la hazaña guerrera fue escaso, tuvo la compensación de darse a conocer a la opinión nacional y extranjera.
Cuando Domingo volvió a Colombia ya lo hizo con la decisión de entrar en la guerrilla que militó Camilo Torres. Este deseo se lo había manifestado a sus hermanos pero no a sus padres, ya que ellos no entendían que su hijo, todo bondad y humildad, fuera capaz de tomar tan delicada decisión, aunque recordaban con emoción las muchas veces que su hijo les habías dicho: “Padres, el mundo está lleno de hambre”.
En realidad, Domingo vivió siempre en la guerrilla. Desde que llegó por primera vez a Colombia su actitud ante la injusticia fue siempre la de un guerrillero que se enfrentaba, a ojos vista, a todos aquellos que él creía responsables de la situación injusta en la que vivía el obrero colombiano. Y lo hacía con el ejemplo de su vida, dando testimonio de su fe como Cristo reencarnado. Durante un año, junto a sus compañeros aragoneses, así como con otros sacerdotes colombianos, entre ellos su gran amigo René García, estudiaron la posibilidad de unirse a la guerrilla; era una delicada opción que se debía tomar como un compromiso a la luz de la fe inspirada en el Evangelio. La decisión final, contó el periodista de Aragón Exprés Jorge Enríquez, fue tomada en un convento de monjas en donde se reunieron un grupo de varios sacerdotes y laicos, entre los que se encontraba un contacto del ELN. Lo que allí se trató fue resumido después por Domingo Laín en un manifiesto que escribió para el pueblo colombiano

Carta del padre de Domingo Laín.
Unos días después de conocerse que Domingo que había entrado en la guerrilla, los periódicos de Aragón, así como otros nacionales, comentaron con gran despliegue informativo el hecho. Las críticas más duras fueron para Domingo Laín a quien consideraban la cabeza visible de los tres. Su padre, Tomás Laín, entristecido y anonadado por el tratamiento que su hijo había recibido, envió una carta al director del periódico zaragozano Heraldo de Aragón, en la que no sólo defiende a su hijo, sino que expone sus ideas políticas. Es una carta en la que protege el honor de su hijo ante las falsas acusaciones que según él se han escrito.
“Muy señor mío: Saliendo al paso sobre la noticia publicada sobre el sacerdote Domingo Laín, algunos, o la mayoría de los periodistas y gentes que la comentaron, debo decir que usaron poca caridad, y menos respeto, de lo que este sacerdote tan traído y llevado se merece… Y hasta olvidaron su dignidad. El único que puede hablar con la más completa seguridad es el que escribe este artículo, su padre. Empezaré por decir que no es ningún revolucionario; su amor hacia todos no deja lugar para que pueda hacer mal a nadie. Ama a los pobres porque vive el Evangelio, pero no tiene odio a los ricos. Él sabe que también ellos son hijos de Dios y que también busca sus almas. Tampoco tiene ni busca un partido político. Él, su pensar, su ideal, es invitar a todos a hacer un mundo mejor. Por este amor, por este ideal marchó a América. Ya estuvo en Bogotá el año pasado dedicando su tiempo a los pobres y viviendo en la misma pobreza que ellos.
¿Cómo van a amar los ricos a los pobres si no han vivido nunca en la necesidad? Nadie puede amar a quien no conoce.
Los pobres le querían mucho; los ricos no lo comprendieron y lo echaron del país, no se dieron cuenta que no iba contra ellos por ser ricos, no; iba contra la incomprensión de ellos. Su pensar ha sido y es, convencer a los que tienen el poder, y a los ricos, que también los desheredados tienen derecho a vivir; y vivir dignamente y comiendo lo necesario. Para esto, como es lógico, hace falta que no les den lo de ellos para que vivan, sino que organicen las cosas de tal forma que, empleando a la gente en trabajar, con su trabajo coman y vivan. Esto no es ningún comunismo, ni es hacer una revolución, esto es la realidad de la vida tal y como debe ser. Por todas estas razones, y otras muchas que podría decir, puede quedar bien claro, aunque mi hijo fuera verdad que estuviera en la guerrilla, no iría por matar a nadie, ni por hacer un mal, el más pequeño, a nadie. Tiene un corazón que en él no cabe ofender; sólo sabe defender. Sólo cabe una cosa, que al defender a los pobres ofenda a los poderosos; pero será que ellos se ofenden, no que él va a ofenderlos. Y para esto pido a los periodistas que lanzaron la noticia de mi hijo como algo así, no sé si con malicia o equivocadamente, su misión apostólica, y hasta su personalidad, que difundan este mi pobre y sencillo artículo, falto de riqueza intelectual pero sobrado de verdad y razón por toda la prensa de España y América. Desearía se lo hicieran llegar (si posible es) hasta el gobierno de Colombia para que vieran la única verdad de mi hijo. Que si algún error cometiera no lo cometería por hacer mal a nadie. ¡Sólo busca un mundo mejor!
También quiero que quede claro que es hijo de unos padres humildes que viven y han vivido siempre de su trabajo. Que jamás han pensado en el “reparto social”. Que ni su padre ni su familia son de ideas comunistas, ni siquiera ha sido ni será jamás republicano, porque conocí la República en España antes del Movimiento Nacional y en ella cabía todo lo malo para hacer, entre todos ellos, todo lo peor del mundo. Y esto puede ir firmado por mi vida en Paniza durante 64 años que tengo, y esto no lo diré yo solo, lo dirá mi pueblo entero. Y si Paniza puede hablar así de mí y de mi familia, de mi hijo sacerdote, en este caso, puede hablar además el pueblo de Tauste y todos cuantos le conocen. Cartas y cartas nos llegan de ese pueblo que fue donde él estuvo de coadjutor, sufriendo con nosotros y consolándonos con lo que nosotros mismos sabemos. Que es un gran sacerdote incapaz de hacer mal a nadie y de dar a los pobres lo que se ha de comer él. Y en estas cartas no sólo las hay de gente pobre; muchas hay de señores ricos de Tauste; claro que éstos lo ven y lo juzgan tal como es. Él, repito, sólo va contra la incomprensión de los más dotados.
Me hago responsable de este escrito porque en él no busco ni quiero ofender a nadie; sólo defiendo y busco la verdad en todo su ser.
Tomás Laín

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