lunes, 6 de junio de 2016

NOVIEMBRE, 2012

Las dádivas desmedidas, los edificios reales llenos de oro, las vaxillas tan fabridas los enriques e reales del tesoro, los jaezes, los caballos de sus gentes y atavíos tan sobrados ¿dónde iremos a buscallos?; ¿qué fueron sino rocíos de los prados?

NOVIEMBRE, 2012

1 de noviembre

Con la festividad de Todos los Santos -nieve por los altos- el frío nos muestra sus alargadas garras. Los múltiples colores que el campo ofrecía comienzan lentamente a perder su cromatismo: los amarillos chopos de las riberas y los ocres de hayas y robles de las montañas, se van desnudando lentamente sin importarles mostrar su verdadero esqueleto; desean que la nieve los purifique.
Hoy, mañana y pasado, los cementerios de todos los pueblos y ciudades españoles recibirán la visita de los vivos para limpiar y adornar con flores las tumbas de los familiares muertos. La muerte se ha convertido en una estadística que solo se habla de ella en las catástrofes, en los accidentes de carretera o cuando las pateras subsaharianas desaparecen en el mar. De la muerte como tránsito a otra vida apenas se habla. Se considera asunto tabú y de mal augurio. Tal vez aquella machacona costumbre que en nuestra infancia nos mostraba la Iglesia en sermones y catequesis sobre la condena eterna del hombre pecador, nos haya vuelto pesimistas y obviamos su presencia en las conversaciones. Pero, afortunada o desgraciadamente, el hombre no es inmortal, y el pensar en la parca y en los ritos funerarios, aunque sean desagradables, son imágenes que frecuentemente nos visitan a las personas mayores; y todavía más si la hemos visto tan cerca que hasta nos daba la mano con una sonrisa. La aventura de la vida que cada uno recorre es tan emocionante y tan veloz, que debemos estar locos cuando tanto nos cuesta vivir en armonía, compartiendo lo bueno que cada uno pueda aportar. La muerte nos iguala, pero una justicia especial debería juzgar a los avariciosos, mezquines y ruines que con sus actos nos hicieron sufrir y llorar.
A lo largo de mi vida he llorado muchas muertes: abuelos de lo que apenas gocé de sus canas ni de la experiencia que sus frentes mostraban; la de la madre, cuando todavía a su mano agarrado, flotaba mi inocencia en un extraño paraíso; la del anciano padre, vuelto niño y en su infancia perdido, que al darle el calor del abrazo me desconocía; la de otros padres adoptivos con quienes gocé y amé la vida; la de amables cuñados cuyo camino por recorrer era todavía amplio. También la de un hijo que llegó al mundo prematuramente y en sus ojos dormidos descubrí los míos: muerte sin haber vivido más que las caricias y sueños que su madre, todo amor, a su nido le mandaba.
Porque la muerte nos devuelve al polvo del que salimos, quiero vivir. Atravesé su espejo y volví de un sueño extraño que constantemente me persigue. Y aquí estoy en lucha continua, al descubierto, con el deseo inútil de vencerla.

4 de noviembre
El cuarto en el que tengo el ordenador, es al mismo tiempo el lugar de mi biblioteca. Tres de las cuatro paredes -la cuarta la ocupa el gran balcón, mi particular observatorio- están cubiertas por estanterías en donde los libros se amontonan -y a veces se amotinan- desde el suelo al techo en doble hilera, tapándose unos a otros. Algunas de las baldas, cansadas de tanto sacrificio, curvan su espalda por la enorme carga que sustentan. ¡Cuánto pesan los libros! El año pasado acometí la noble tarea de registrarlos en una tabla de datos. Trabajo bastante ímprobo por el esfuerzo al que me vi obligado. Sacar cada ejemplar de su sitio, escribir luego el título, autor, editorial y el tema del que trata, supone emplear bastante tiempo y abundante desgaste energético. A una hora diaria de esfuerzo necesité más de dos meses para poder contemplar en un listado, ordenado alfabéticamente por autores, los 1.600 ejemplares que poseo. Todavía me quedan por registrar los que han sido marginados en las estanterías del trastero.
En el estante más alto y amplio están las enciclopedias -que ahora uso poco-, la Historia de la Humanidad -doce gruesos tomos que apenas he consultado- y los numerosos libros de fascículos encuadernados que diferentes periódicos han ido ofertando en los últimos treinta años. Todos ellos son libros pesados que para cogerlos tengo que pedir ayuda o auxiliarme con un taburete. Algunas de las enciclopedias y otros libros de consulta los compré con pagos mensuales a los representantes de la editorial Planeta. Visitaban los colegios ofreciéndonos a los maestros las últimas novedades; en ocasiones, junto a la compra de la colección, iba algún regalo interesante. Los libros restantes, los que se releen, los tengo distribuidos en diferentes parcelas: relatos, novela de ficción, novela histórica, ensayos, memorias, pedagogía, naturaleza, poesía y libros de temática aragonesa. Los de poesía son los que más espacio ocupan: clásicos contemporáneos y actuales se dan la mano amistosamente, siendo los poetas de la Generación del 27 y sus sucesores los más representativos; ocupando un lugar especial los aragoneses Ildefonso M. Gil, Miguel y José A. Labordeta, Manuel Pinillos, Rosendo Tello, Ángel Guinda y Manuel Vilas. A todos ellos les he puesto en la primera página mi Ex-libris, estampilla que mis hijos diseñaron para ello y que está formada por una orla de hojas de vid en cuyo interior tiene una gran carrasca atravesada por las letras S y V, iniciales de mis apellidos. Encina y vid, las dos plantas que más he acariciado en los años de infancia y adolescencia. Otros libros llevan estampado el Ex-libris que una compañera me regaló con el escudo histórico del apellido Sancho.
De mi época de estudiante todavía conservo numeroso libros que los profesores de literatura nos hacían leer a lo largo del curso; ejemplares editados en su mayoría por la Editorial Ebro de Zaragoza en su colección Clásicos Ebro, dirigida por José Manuel Blecua, autor igualmente del libro de texto de Literatura que estudiábamos en el bachillerato. Títulos de autores clásicos españoles como: La dama boba, El caballero de Olmedo, El vergonzoso en Palacio... todos ellos obras teatrales, o de de poesía como Romances viejos o Poemas del Marqués de Santillana y Juan de Mena; libros que una vez leídos había que realizar un extenso comentario. Cuando hoy día observo estos ejemplares, algo ya deteriorados, me maravilla los dibujos de sus portadas así como las ilustraciones que aparecían en su interior: verdaderas filigranas que entonces no le daba importancia y que sesenta años después las miro con envidia.
Otros libros que guardo en un espacio particular son todos aquellos que están editados hace más de cien años: textos centenarios, algunos del siglo XVIII, que mantienen sus tapas duras y papel apergaminado cosido a mano. Llegaron a mi poder por manos del dueño de una casa señorial de Paniza -Casa Valero Bernabé- convertida hoy en el Ayuntamiento del pueblo; mi padre los encontró en unas obras que realizó en el ático de su casa y su dueño me los regaló; desde entonces -tenía ocho años- los conservo de la mejor manera posible. Otros libros que ahora valoro también con más entusiasmo, me fueron regalados por un compañero de estudios. Al internado del colegio llegó un alumno procedente de Madrid cuya madre era hermana del entonces gobernador de Barcelona, Correa Weglison. Era un interno distinto que gozaba de ventajas especiales aunque no por ellas estaba libre de sufrir la fuerte disciplina que allí existía. Sus compañeros envidiábamos la cantidad de tebeos que se compraba semanalmente y que una vez leídos no le importaba regalarlos. A lo largo de seis años compartiendo su compañía, mi amistad con él fue aumentando y llegamos a ser amigos de verdad, de los que no se olvidan. Cuando se marchó a Madrid me regaló siete libros pequeñitos ( 14x9 ) que bajo el título de Biblioteca Universal abarcaba una "Colección de los mejores autores antiguos y modernos, nacionales y extranjeros". Todos ellos están editados entre los años 1875 a 1890 en una imprenta madrileña. Dos ejemplares estaban todavía con sus hojas unidas que yo separé con mucho cuidado con un fina cuchilla. Se vendían en toda España a 50 céntimos de peseta (2rs.). Los que tengo en mi poder son Poemas de Campoamor, Tesoros de la Poesía castellana, Poesías líricas alemanas, Romancero morisco (dos tomos) y Artículos y costumbres de D. Mariano José de Larra (Fígaro). Estas pequeñas joyas es hoy cuando las valoro correctamente.
Ahora parece ponerse de moda los libros digitales, pero por muy práctico que sea almacenar en un lector gran cantidad de obras, no se puede comparar con el placer de acariciar los lomos de un verdadero libro; oler en ellos el paso del tiempo o gozar con las señales y anotaciones que en ellos señalamos. Y si a ello añadimos los que tenemos dedicados por sus autores -poseo bastantes- abrir un ejemplar es abrir parte de mi vida. No creo que los libros actuales desaparezcan



8 de noviembre
Cada vez son más abundantes la situación límite a la que están llegando algunas familias. Los trabajadores sociales hablan de "auténtica emergencia" con la aparición de bolsas de pobreza y núcleos de exclusión. Solamente en Aragón, 4.000 familias han sufrido el desahucio de sus viviendas; el número de hogares en el que no entra ningún ingreso es muy numeroso, y los beneficiarios de la Ley de Dependencia, así como los de plazas en residencias públicas, han descendido considerablemente. Este sentimiento de abandono que sienten muchos ciudadanos puede llegar a desestabilizar el actual sistema. La huelga que varios sindicatos anuncian para el próximo 14 de noviembre puede marcar un antes y un después en el devenir de la sociedad española. Hay que buscar a los verdaderos culpables de la caótica situación y ponerles cara con nombres y apellidos; queremos saber por qué nos echan la culpa de lo que sucede y todavía gozan poniéndonos de rodillas para que pidamos perdón. Palabras como pobreza y hambre, que creíamos olvidadas en nuestro país, las estamos rescatando del diccionario. Qué poco poder de persuasión tenemos la sociedad civil para conseguir que los responsables de la catástrofe escuchen nuestras demandas. ¿Hasta cuándo durará la tragedia?

10 de noviembre
¿En dónde nos encontramos? ¿Qué valor representa el Hombre en la inmensidad inabarcable del Universo? Con los modernos y gigantes telescopios que los científicos han diseñado, los astrónomos han conseguido descubrir un mapa más preciso de la galaxia Vía Láctea en la que se encuentra el planeta Tierra. Y según ese Observatorio Europeo Austral, han censado 84 millones de estrellas, diez veces más que en estudios anteriores. Cuanto más descubren los científicos más empequeñecido se siente el Hombre. Muchas de esas estrellas están tan envejecidas que aunque su brillo sea visible ya han desaparecido cuando las vemos nosotros. Estos continuos descubrimientos me producen cierta desazón al comprobar qué poco sabemos y cuánto queda por descubrir. ¿Llegará el día de poder responder a las eternas preguntas de dónde venimos y qué hacemos aquí?
Adriana ya duerme mejor por las noches, asunto que sus padres agradecen enormemente. La nana que compuse para ella hace tiempo se la cantan con frecuencia. El invierno se acerca, pero la contemplación de mi nieta me traslada a una perenne primavera.
A la nana, nana, nanita ea; / duérmete Adriana que ya es tu hora. /A la nana, nana, nanita ea; / agárrate a mi dedo que tiene honra. / A la nana, nana nanita, ea; / duérmete sin miedo, tu abuelo vela. / A la nana, nana, mi nieta bella; / duérmete tranquila: mi mano te balancea.

12 de noviembre
Acabo de leer en mi dietario un pensamiento de Henry Ford que dice: "La vejez llega en el momento en que uno deja de aprender, tenga veinte u ochenta años". Su lectura me ha rejuvenecido puesto que cada día me levanto ilusionado con aprender cosas nuevas; lo contradictorio es que enseguida las olvido; en cambio, lo que aprendí de niño lo recuerdo como si lo estuviera viviendo. Esta mañana he ido a vacunarme contra la gripe; mi esposa no se ha vacunado, nunca lo ha hecho. Parece ser, según las estadísticas, que los trabajadores sanitarios son reacios a recibir el pinchazo. ¿Dudarán de su eficacia? Ello, en ocasiones, me hace pensar. Yo sigo con mis diez pastillas multicolores diarias. Cuando le pregunté al cardiólogo en mi última visita si me quitaba alguna, me contestó que las tengo que tomar "de por vida"; ese de por vida también me hace pensar.
Y ya son tres las personas que se han suicidado en España ante la desesperación y angustia de un desahucio. El suceso parece que ha llegado a cosquillear en el corazón de los políticos y están dispuestos a poner coto a tanto desmán. Por una vez el Gobierno y la oposición se han sentado frente a frente; quieren estudiar de qué manera se puede paralizar la codicia bancaria que otorgó hipotecas a personas que sabían que eran insolventes; espero que lo consigan. El poner en la calle diariamente a cien familias es dejarlas en el mayor de los desamparos. Las deudas tienen que ser saldadas, pero ¿quién ha pagado las deudas de los bancos? Cada desalojo es el drama de un grito; algunos, con las desgracias de los demás, se enriquecen.


15 de noviembre
El resultado de la huelga general de ayer, como ocurrió en la celebrado el 29 de marzo, ha sido distinto según quién la valora. Para los sindicatos un éxito total; para el Gobierno ha sido "bajo". Lo que afortunadamente sí triunfó fueron las manifestaciones que al atardecer recorrieron las principales vías de las ciudades. Las mareas verde (enseñanza), blanca (sanidad), negra (funcionariado) y naranja (servicios sociales), exponían con sus pancartas reivindicativas el malestar de toda la sociedad. Dos de ellas me llamaron la atención por el ingenio demostrado al escribirlas: "Nos dejan sin futuro. Hay culpables. Hay soluciones"; "Del estado de Bienestar al estado de Beneficencia".
Mi hijo el veterinario abrió su consulta pero nadie acudió. Un día perdido y un día más en el que los gastos fijos e impuestos siguieron su curso. Los trabajadores autónomos son los que más están notando las consecuencias de la crisis; sus derechos son nulos, y en caso de enfermar siguen cotizando y no cobran. Si piden ayuda a los bancos se la niegan porque el patrimonio del que disponen no es cómo ellos lo quisieran. A veces se sienten acorralados con las inspecciones de Hacienda y Sanidad que examinan sus cuentas con mucha más precisión que a las grandes fortunas. Parece ser que no todos son iguales ante la Ley.

17 de noviembre
Me han comprado un nuevo colchón. Paso tantas horas acostado que aunque cada quince días mi esposa -algo le ayudo- le daba la vuelta, sus muelles ya me molestan y la espalda lo acusaba. A lo largo de mi vida creo recordar que he disfrutado de cinco colchones distintos. A los diez años me cosieron uno en Paniza para llevármelo al internado en Zaragoza. En las vacaciones del verano el ordinario lo subía al pueblo para que lavaran su tela y varearan la lana, dejándola limpia y ahuecada; al comienzo del curso, en octubre, lo volvía de nuevo al colegio y vuelta a empezar. Fueron diez años en los que todas las noches descansaba mi infantil, luego adolescente y juvenil cuerpo, soñando aventuras y proyectos; sueños húmedos y pesadillas alargadas que la madrugada desbarraba. ¡Cuántos secretos habrá guardado en sus entrañas! Y lloros, que de todo había. Su pista la perdí cuando contraje matrimonio.
El segundo colchón, también de lana de oveja, ya lo compartí con mi esposa en la cama matrimonial. En él vivimos los momentos dulces de amor y ternura que nuestros cuerpos compartían; en él se engendró nuestra descendencia pero también los primeros contratiempos que el devenir de cada día nos mostraba. Luego llegaron los colchones modernos de muelles y los de látex que nunca acariciaban el cuerpo tan delicadamente como los de la añorada lana. Hace seis años sufrí el primer infarto y a la vuelta de la clínica decidimos dormir en camas separadas, pero muy cercanas: nuestras manos se rozan. El colchón que estrené entonces se ha deteriorado -lo uso más de doce horas diarias- y mi esposa ha comprado uno nuevo. Pensar que este colchón sea el último me trae pensamientos extraños que trato de expulsar.

20 de noviembre
Cuánto he gozado hoy con mi nieta. Al verla en la cuna despierta, con sus ojos siguiendo los movimientos de mi mano, me he atrevido a cogerla y me he sentado con ella en mis brazos. Qué sensación más placentera. Su dulce carita brillante miraba fijamente a la mía trasmitiéndome el candor puro de una flor recién abierta. Le he realizado gestos con mis labios pronunciado palabras diminutas con tonos infantiles creyendo que así me entendería. Ella, tal vez sorprendida por tanta comicidad, ha querido hacer un puchero que se ha convertido en un abrir y cerrar su boquita de la que ha salido una sonrosada lengua de mariposa. Esta alegría inmensa queda eclipsada en parte cuando hoy, Día Internacional de la Infancia, nos recuerda Unicef que 20.000 niños mueren cada día por muertes evitables, y la mayoría debido a la desnutrición de la que son víctimas decenas de millones. Hambre, soledad y abandono; miseria y sufrimiento. Ay, nieta mía. Suerte tienes al verte rodeada de unos padres que te miman y quieren, y de unos abuelos que sueñan contigo. Espero que los tiempos futuros no pongan en tu camino trampas y abrojos que arruguen tu mente.



22 de noviembre
Los nuevos enfrentamientos entre Israel y Gaza me traen el recuerdo del antiguo vecino de la casa de enfrente -un palestino huido como refugiado político y protegido por la Cruz Roja- que empleaba la bandera de su país como cortina en una de las ventanas de la casa. Él y su familia volvieron a su patria cuando creyeron que la paz iba a ser duradera, pero vemos que el odio sigue alimentando las conciencias. Y en esta eterna y salvaje guerra -en tres días ya hay más de cien víctimas palestinas- son los niños los que más sufren la intolerancia de los mayores.
Más feliz veo al rumano que todos los días se sienta como un mojón delante de las puertas del supermercado Mercadona pidiendo ayuda. Sentado en la acera con las piernas dobladas como un hindú, cubre su cabeza con un gorro negro en invierno que cambia en verano por una gorra rapera. Mirando de frente a toda la clientela que sale con su compra, les lanza una sonrisa infantil que cautiva. Resistir doce horas diarias en el mismo lugar, en ocasiones con fuerte cierzo, requiere gran fortaleza física Este extraño personaje vive en un piso de mi casa junto a otros cinco paisanos que realquilan frecuentemente sus habitaciones. Se ha hecho tan popular -lleva en su "trabajo" más de dos años- que la gente no solo le deja monedas en la bolsa que tiene extendida en el suelo, sino que algunos le dan fruta, dulces y hasta alguna bandeja de comida. Antiguamente cada parroquia tenía su propio pobre que mendigaba a la salida de las misas. Ahora, como la mayoría de los templos solo abren los domingos y festivos, los mendigantes tiene su coto particular en las puertas de los supermercados. La estampa de esta España posmoderna de la crisis, expone escenas que ya describieron en sus obras los escritores de la Generación del 98. Nuestros avances vuelven de nuevo a su túnel.

24 de noviembre
Ahora que nos acercamos a las fiestas navideñas, cuando en muchas casas cristianas y en las plazas de muchas ciudades preparan un portal de Belén, el papa Benedicto XVI publica un libro sobre la infancia de Jesús dudando de que los Reyes Magos llegaran de Oriente y afirmando que no hubo portal con animales. ¿Cómo ha sentado esta afirmación entre los creyentes? Si el limbo ya lo eliminó el anterior Papa, y el actual aclaró, afortunadamente, que el cielo y el infierno no son lugares físicos, tal vez no se tarde en eliminar otros dogmas que tanto atormentan y que solo se justifican porque otros papas así lo decidieron.
Los mitos no desaparecerán, pero me sublevo cuando los teólogos se ponen a pontificar sobre Dios cuando nadie lo ha visto. ¿Quién es Dios? Según Benedicto XVI es un ser que no solo es dueño de todas las mentes que en el universo existen, sino que además tiene dominio sobre la materia. Por ello, asegura, fue capaz de conseguir que la Virgen diera a luz un niño sin perder su virginidad. A muchos teólogos que hace tiempo ya rechazaron esta creencia, los consideraron herejes y los apartaron de su misión. Pero parece ser que millones de años antes de que el bing bang diera origen a nuestro inabarcable espacio con sus infinitas estrellas, ya estaba el Invisible ordenando el caos. ¿Fue así? Para el carente de fe es difícil creerlo. Cuando el hombre evolucionó, descubriendo que en este mundo estaba para desaparecer, dejó de ser un animal irracional y buscó respuestas a su tragedia.. No existe nada más triste que saber que naces para morir, excepto para los que esperan tras la muerte una resurrección eterna. Tal vez con un papa menos dogmático y ortodoxo que el actual, que viva más cerca de la realidad, muchos creyentes volverían sus ojos a la Iglesia de la que lentamente se fueron alejando.

26 de noviembre
Hoy cumple mi nieta dos meses. Mañana la llevarán a la pediatra para que le pongan las primeras vacunas obligatorias: un pinchacito en cada pierna que introducirán en su diminuto cuerpo distintos virus que le harán pasar unos días algo rara, pero de este modo su cuerpo podrá luchar contra la hepatitis B, la difteria, tétanos y tosferina, así como la temible, antiguamente, poliomielitis.
Ayer llevó mi hijo el coche a la ITV. Yo ya no conduzco pero mantengo el último coche que compré. A lo largo de mi vida he disfrutado de cuatro coches. El primero -un SEAT 850 rojo- me costó 90.000 pesetas el año 1968. Todavía recuerdo su matrícula: Z-60028. Para conseguirlo tuve que estar en lista de espera durante más de seis meses hasta que la concesionaria me lo adjudicó. La casa SEAT no daba abasto a las numerosas peticiones que se realizaban en todo el país, y como siempre existe la picaresca había personas que buscaban el enchufe de algún amigo para conseguirlo en el menor tiempo posible. ¡Qué tiempos aquellos! El coche tenía el motor en la parte trasera y el maletero en la delantera. Su velocidad máxima no superaba los 110 Km por hora que rara vez se alcanzaba; si lo conseguías el volante temblaba. La noche anterior a estrenarlo apenas pude dormir; los conductores novatos no estábamos preparados para salir a la carretera. El carnet de conducir se conseguía con saber arrancar, echar marcha atrás y aparcar entre dos coches sin tocar el bordillo de la acera; las prácticas por las calles eran mínimas y en carretera no se realizaban. El primer día que salí de viaje se me caló el motor dos veces y tuve que parar en el arcén. Algunos conductores, al ver mi matrícula nueva bajaban la ventanilla y me gritaban: "¡novato!". Afortunadamente descubrí que se había calado porque llevaba varios kilómetros con el freno de mano echado, obligando al motor a trabajar con sobreesfuerzo. Luego disfruté de un SEAT 1200; más tarde de un Orión Guía y finalmente de un Citröen Xara que todavía tengo pero no conduzco; el cardiólogo, cuando sufrí un segundo infarto, me recomendó que no lo hiciese. Y le hice caso. Hoy, cuando me llevan mis hijos en su coche, observo lo dificultoso que es conducir a pesar de que existen autovías y autopistas. Y desde el balcón compruebo que aunque la velocidad está regulada son muchos los que se saltan su límite provocando en los cruces frenadas inesperadas que en numerosas ocasiones terminan en graves accidentes.

28 de noviembre
Cuántas paradojas se dan en la vida. Leo en la prensa que mientras aumentan de nuevo los casos de bulimia y anorexia entre los jóvenes, y no tan jóvenes, la Organización Mundial de la Salud nos anuncia que los problemas asociados al sobrepeso van aumentando, convirtiéndose en el quinto factor de muerte en el mundo, siendo los españoles los que ocupamos el primer puesto, superando a los norteamericanos. El español, siempre que ha podido, ha sido buen comedor de sus propios productos, pero el sedentarismo, unido al consumo excesivo de grasas, ha hecho que los mollas vayan apareciendo en muchos cuerpos. Por contrate, la Unión Europea nos comunica que cada persona arroja al año 180 kilos de residuos alimenticios; de ellos una gran cantidad conservan sus propiedades y podrían ser consumidos. No nos extrañe que otras personas vayan buscando en los contenedores los que otros abandonamos, sea comida, ropa o algo de chatarra que puedan vender.
30 de noviembre
Termina el mes y el refrán que dice: "Para Todos los Santos nieve en los altos, para San Andrés nieve a los pies" se ha cumplido. Ha nevado durante dos días y el manto blanco ha llegado a cotas bajas. En la ciudad solo nos ha visitado la lluvia, la nieve no ha querido blanquear la calles y parques. La constante humedad ha conseguido que en muchos alcorques haya nacido una alfombra de musgo fino que es atravesada por el tronco de los árboles sombríos, cuyas hojas marchitas vuelan con nostalgia. Y hasta en muchas rendijas abiertas entre el asfalto de las deterioradas aceras de la Avenida Navarra, crece un agresivo verdín que pone cierta elegancia en mis cortos recorridos. Estos pinceladas en el paisaje las vemos solamente las personas que al caminar vamos mirando al suelo para evitar los tropezones. Bienvenida sea la lluvia; la nieve que se quede agarrada en las montañas.
Al amanecer ha vuelto el viento cierzo. Su violencia ha sido tal que el Ayuntamiento ha cerrado los parques más importantes de la ciudad por la posible caída de árboles. Este viejo cierzo de gritos huracanados -viento esquivo que penetra y sale- recrea su poderío en vuelo estridente poniendo en muchas personas cierto nerviosismo. En la noche, cuando el ruido de los coches se ha escondido, él se convierte en el rey poderoso que se atreve a musicar, orquestalmente, a los balcones y ventanas que a él se enfrentan.
Quienes de verdad han tiritado han sido los dos indigentes que cada noche acudían a dormir en el cajero de Caixa-Banca. Al punto de la mañana unos operarios han comenzado a desmontar el gran cartel que lucía en su fachada. Luego, han ido sacando el mobiliario, incluida la caja fuerte, que una grúa ha depositado en un furgón; cajas y más cajas de cartón llenas de documentos, ordenadores, sillones y otros objetos; tal vez en algunas de esas cajas iría el papeleo de desahucios ya programados. Cuando han llegado los indigentes todavía estaban los operarios desmontando la alarma y diversos paneles anunciadores; el último que se expuso -lo leí desde mi balcón- decía una sola palabra: "FUTURO". Qué ironía. Pero la ironía aumenta cuando un cartel colocado en la puerta de entrada anuncia que la oficina se ha trasladado a la acera de enfrente, ocupando el local de Caja Navarra absorbido por la caja catalana. Los indigentes ya no han podido entrar; desconozco que habrá sido de ellos cuando esta noche el termómetro de la farmacia, colocado encima de la fachada de la Caja, marcaba dos grados; en la madrugada serían negativos. Tal vez encuentren su nuevo dormitorio en otro cajero viviente.
La mirada triste de unos ojos perdidos, el miedo al abandono sin retorno y el dolor de un lamento invisible, lo he visto reflejado en su afilada cara blanquecina: plastificada escena de mugre y de miseria que por cotidiana forma parte del paisaje. Y así un día y muchos días en la esquina rota de la calle abandonada soñando con el milagro que nunca llega. ¡Cuántas lunas de esperanza habrán contado sus dedos! ¡Cuántos aires escocidos habrán minado sus fuerzas! En aquel suelo de piedra fría me abrió su corazón un murmullo silencioso brotó de mis labios. Al llegar la noche, un inviento huracanado pregonaba mi cobardía por no haberle saludado. Más tarde, en lo profundo del sueño,lo vi volar con las estrellas saludándome sin rencor. Gracias hermano por tu valentía.

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