martes, 7 de junio de 2016

FINAL O PRINCIPIO

FINAL O PRINCIPIO


1: Ahora que me alejo, siento envidia del hombre sencillo que educadamente exige y en su bondad no fingida se complace.
Ahora que me alejo, añoro al niño que llora, pregunta y grita pero sonríe al anciano que busca caricias olvidadas.
Ahora que me alejo, admiro al que abandonando su dolor y temores pone paz en los caminos de lucha.
En este alejamiento, mis párpados -ya quemados- encender quisieran luces y paisajes en donde los sueños -testigos mudos de gloria- solo con el deseo pudieran comprarse.

2: Qué importa ahora el lamento si el paisaje está eclipsado.
Qué importa ahora llorar si las lágrimas ya no cautivan ni atraen.
Amé con mimo la tierra, planté árboles, escribí libros y del amor tuve hijos.
Soñé con un Dios que no supo enamorarme, pero dejó en mi corazón hogueras encendidas: torbellinos de rocío en un cuerpo descentrado.
Ahora que vuelvo al engendro, sólo necesito dos versos para cerrar el pacto:
¡En el silencio triunfó el amor!
¡Todo era dulzor en los astros!

1: Cuando te alejas, sientes envidia del hombre sencillo que educadamente exige y en su bondad no fingida se complace; añoras al niño que llora, pregunta y grita pero sonríe al anciano que busca caricias olvidadas.
Cuando te alejas, admiras al que abandonando su dolor y temores pone paz en los caminos de la guerra interna.
En este suave alejamiento, mis párpados -ya quemados- encender quisieran luces y paisajes en donde los sueños -testigos mudos de gloria- solo con el deseo pudieran comprarse.

2: Qué importa ahora el lamento si el paisaje está eclipsado.
Qué importa ahora llorar si las lágrimas ya no cautivan ni atraen.
Cuidé con mimo la tierra, planté árboles, escribí libros y del amor tuve hijos.
Dialogué con un Dios que no supo enamorarme, pero su Hijo dejó en mi corazón hogueras encendidas: torbellinos de rocío en un cuerpo descentrado.
Ahora que vuelvo al engendro, sólo necesito dos versos para cerrar el pacto:
¡En el silencio triunfó el amor!
¡Todo era dulzor en los astros!
Texto de la contraportada

El autor, refugiado en el balcón de su casa, nos cuenta con una visión algo pesimista, mas no exenta de crítica y a veces de ironía, el transcurrir del año 2012 del mundo cercano que le rodea, llevándonos, ocasionalmente, a compararlo con épocas pasadas. Al mismo tiempo, sus pensamientos luchan entre la expectante llegada de un nuevo miembro en la familia y la cercana muerte que un día le visitó. Con voz sincera, y a veces poética, nos deja el valioso testimonio de un Novísimo Testamento que puede leerse como texto independiente. Con este libro, Santiago Sancho Vallestín (Paniza, 1939), nos abre de par en par sus sentimientos invitándonos a meditar sobre dónde se halla la verdad de la vida.

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