viernes, 3 de junio de 2016

AGOSTO, 2012

Esos reyes poderosos que vemos por escrituras ya passadas con casos tristes, llorosos, fueron sus buenas venturas trastornadas; assí que no hay cosa fuerte, que a papas y emperadores y prelados assí los trata la Muerte como a los pobres pastores de ganados

AGOSTO, 2012

2 de agosto

Arantxa está más animada. Ha empezado a tomar un compuesto de hierro para mejorar la incipiente anemia y su baja tensión arterial. Esa hija que lleva dentro le está robando energía cuando más la necesita. La gimnasia preparatoria para el parto sigue realizándola ilusionada.
Ayer recibí el libro que mi esposa y yo hemos escrito para conmemorar nuestras Bodas de Oro. La maquetación ha quedado bastante bien, pero las fotografías no tienen la claridad que yo esperaba. Parece ser que la impresión digital baja enteros respecto a la analógica cuando son fotografías lo que se reproduce. El libro, con el título Toda una vida, lo entregaremos el día cuatro a los familiares que están invitados a la comida. Cuando corregí las pruebas tuve dudas de aplicar las nuevas reglas de acentuación. Después de cuarenta años enseñando lenguaje en Enseñanza Primaria y en Formación Profesional, las normas que la Real Academia ha dictado sobre el empleo de las tildes, me están creando cierta inseguridad al observar que algunos académicos, así como las redacciones de algunos periódicos, no las cumplen. Me refiero especialmente al uso de la palabra solo y a los pronombres demostrativos este, ese, aquel con sus femeninos y plurales. Fueron muchos años luchando con mis alumnos para que diferenciaran cuando solo era adverbio ( sólo leo tebeos) y tenían que ponerle tilde, de cuando se empleaba como adjetivo ( me gusta estudiar solo) y carecía de ella. La Academia nos dice ahora que al ser solo una palabra llana terminada en vocal, debe respetarse las normas generales de la acentuación y no ponerle tilde. Por la misma razón la han eliminado de los pronombres demostrativos porque, o son llanos, y al terminar en vocal no se acentúan (este, ese, esa, aquella) o en el caso de aquel por ser palabra aguda y acabar en consonante distinta de n o s. Cuando escribo este Diario dudo en seguir las nueva normativa o las que siempre he empleado. Si se llega a publicar no me extrañará ver que unas veces voy por lo actual y otras acudo a lo antiguo. Más preocupante es la poca atención que ponen algunas televisiones al escribir en pantalla muchos titulares; sus responsables no sufrirían la dura prueba de examen de ingreso de bachillerato, en la década de los cincuenta del siglo pasado, cuando con solo diez años, te suspendían si cometías más de tres faltas en el correspondiente dictado. Aquella enseñanza tan retrógrada en muchos aspectos, era en cambio muy exigente con la lectura y la escritura, llaves para poder seguir estudiando.

5 de agosto
¡Qué gran día el de ayer! La celebración de nuestras Bodas de Oro matrimoniales superó lo imaginable. Mi esposa estrenó un conjunto veraniego que le hizo rejuvenecer; yo me puse el traje que había estrenado hace dos años en la boda de mi hijo -que no había vuelto a llevar- y en el que ella me sujetó en la solapa una artística flor. Cuando bajamos al patio de la casa allí estaban nuestro hijos sonrientes. Al vernos salir del ascensor exclamaron un ¡Viva los novios! que nos hizo sentir la primera emoción del día. Todavía no superado este momento vimos que en la calle nos aguardaba un coche Rolls-Royce antiguo que tenía adornadas sus manecillas con cintas blancas. El conductor salió de él y abriéndonos la puerta con reverencia nos invitó a entrar. Sorprendidos por la situación nos explicó que iba a realizar un recorrido por la ciudad antes de ir al restaurante. Nuestros hijos habían llevado secretamente esta aventura y nos observaban satisfechos por la cara de asombro que poníamos. Los que pasaban por la acera volvían la cabeza sin disimulo y nos miraban extrañados; tal vez pensaban que éramos unos novios camino del altar.
El conductor, a ritmo pausado, nos llevó por el barrio de la Almozara para que viésemos la iglesia en donde nos habíamos casado; el templo estaba cerrado y no pudimos entrar. Continuamos nuestro paseo por la zona de la Expo, el ACTUR y la nueva urbanización Parque Goya. Volvimos por el Arrabal y cruzamos el puente de Piedra para llegar al Club Náutico en cuya acera nos esperaban todos los invitados al banquete. Al salir del coche, las cámaras de los allí presentes dispararon sus objetivos como si fuéramos artistas de cine. ¡Qué emoción y qué gozada!
La comida -un menú de degustación de cinco platos con nombres muy rimbombantes- estuvo muy sabrosa y bien presentada. No faltó la tarta con una pareja de novios de cerámica que nos recordó a los del día de la boda. Y tras los brindis otro momento inesperado: "¡Qué se besen los novios!". Y nos besamos como si fuera la primera vez. Luego llegaron regalos que cada familia nos entregó como recuerdo del día. No lo esperábamos. Nosotros les entregamos el libro Toda una vida que ávidamente ojearon buscando las numerosas fotografías en blanco y negro de la boda en la que todos lucíamos el cuerpo bien derecho y una cara sin arrugas. Para tranquilizarnos de tanta emoción, que hizo saltar más de una lágrima, salimos a la terraza a contemplar el Ebro cuyo caudal, verdoso y enclenque, pasaba lentamente bajo nuestros pies. A media tarde volvimos a casa. Un breve descanso en la cama sirvió para atemperar tanta emoción y tanto enternecimiento.
A las cumbres del oro hemos llegado / con amor y entrega mutua creciendo; / y paso a paso, caminos abriendo, / dejamos bien cuidado lo sembrado. / En tan varios y largos recorridos / encontramos luces, sombras y gozos; / apasionado amor, y también lloros, / que hicieron más fuertes nuestros latidos.
Hoy, tras cinco décadas prometidos, / aquel amor que con pasión sembramos / creció en afectos, apego y ternura. / Los hijos, que todo lo recibieron, / nos devuelven con el mismo entusiasmo / sus ilusiones, cariño y dulzura.

8 de agosto
He visto las primeras fotografías que el satélite Curiosity, enviado por la NASA a Marte, ha remitido a la Tierra. De aquel lejano Sputnik lanzado por los rusos en 1957 orbitando alrededor de nuestro planeta, que pesaba 83 kilos, se ha pasado a un laboratorio especial capaz de navegar durante ocho meses para llegar a posarse en el planeta rojo en una secuencia de película. ¿Qué descubrirá? El hombre, en su afán de buscar vida en otros planetas, estudia en la superficie marciana su climatología y la composición de su suelo. Estoy seguro que no encontrará esos marcianitos que nos imaginábamos de niños vigilando nuestras vidas A veces, la ciencia, en su deber de avanzar, nos roba el misterio y las ilusiones con las que soñábamos.

Puesta de sol desde Zaragoza

10 de agosto
Con la llegada de agosto el tráfico de vehículos ha disminuido por la avenida al igual que el deambular de las personas por las aceras. Son los inmigrantes sudamericanos, junto a los rumanos y africanos -marroquíes y subsaharianos- los que más se dejan ver. Ayer salieron de la casa de enfrente tres senegalesas, altas y esbeltas, vestidas con llamativos trajes hasta el tobillo y con pañuelos moñudos en la cabeza que realzaban su figura. Cada una empujaba un cochecito de niño con un hijo dentro y otro en el vientre pidiendo su salida. ¡Qué prolíficas! Algunas llevan en España más de cinco años y ni ellas ni sus maridos han trabajado nunca; sin embargo, las ayudas que reciben por sus hijos, y los cheques de comida que Asociaciones benéficas les dan, parece que son suficientes para vivir recibiendo sin aportar nada al gasto social.
Ahora que en Aragón mueren más personas de las que nacen, tal vez el futuro esté en estos nuevos paisanos si se adaptan totalmente a nuestra cultura; alguno de ellos podría llegar a regir los destinos de la ciudad como alcalde. Sin embargo, estoy preocupado por el nigeriano que llegó con un niño recién nacido y hace una semana que no se ve a nadie de la familia en el balcón. Las persianas de las ventanas permanecen bajadas; en el balcón siguen acumulados todos los enseres que ellos encontraron a su llegada junto a las dos antenas parabólicas cada vez más ennegrecidas. Al amanecer se ve unos centímetros de persiana subidos y una ventana entreabierta que a la hora ya está cerrada Mi esposa cree que al igual que en el balcón superior en donde hay seis maletas distintas pegadas a la barandilla, recibiendo el sol y el viento, es un piso patera ocupado por "sin papeles" y el miedo los convierte en topos clandestinos.

13 de agosto
Los Juegos Olímpicos se clausuraron ayer. Londres ha lucido sus edificios, calles y espacios verdes con esplendor y elegancia a lo largo de veinte días; y hasta el tiempo se ha portado decentemente esquivando la molesta lluvia inglesa. He seguido por TVE muchas de las pruebas deportivas. Contemplar a los elegidos atletas en lucha continua contra el crono es un espectáculo que apasiona y enamora. ¡Cuántas horas de entrenamiento y cuánto sacrificio! Un segundo menos, un centímetro más de altura o longitud, o un balón que repele el poste, puede significar subir a la gloria o quedarse con el pesar de no poder gozar de la máxima fama; magnífico escaparate también para promocionar marcas deportivas. ¿Y qué le ocurre al que no pudo gozar esa miel? ¿Se siente fracasado después de haber sufrido cuatro años duros de preparación? En muchos de los participantes, las coderas, rodilleras, vendajes y protectores dorsales que muestran, son señales del esfuerzo necesario para conseguir la primacía. ¿Merece la pena tanto sacrificio? ¿Queda algo en los actuales Juegos del espíritu olímpico de su creador? Al menos el público respeta silenciosamente cuando suenan los himnos nacionales que cada ganador del Oro escenifica a su manera: bisbiseo de la letra, incipientes lágrimas, mano derecha al corazón... Lástima que en Siria, en Afganistán, en Egipto y en numerosos lugares de nuestro planeta, se olviden de guardar las armas durante estos días.
Aunque todos los participantes parecen sentirse muy patriotas, la tregua de paz por los Juegos ya no se celebra. Cuando triunfan, las banderas respectivas cubren sus cuerpos como capas protectoras que el viento transforma en finas alas. No importa que hayan tenido diferentes nacionalidades; el país que les paga se convierte en su último señor al que hay que rendir pleitesía; el dinero y la renovada tecnología le obligan a ceder su imagen a la publicidad y al mercado perdiendo la espontaneidad y la sencillez.
Los políticos presumen de los triunfos y sueñan con sacar beneficio. El presidente Rajoy, tan huraño para ser entrevistado, alardea públicamente y da las gracias a los medallistas porque: "Vosotros aumentáis el prestigio de España en el mundo". Y al decirlo, hasta saca esa sonrisa melindrosa que nadie sabe qué esconde. A la hora del reparto de medallas, el color negro, sobre todo en el atletismo en pista, supera con creces al blanco; la genética de los keniatas, etíopes, jamaicanos, afroamericanos o afrocaribeños, posee algo especial que les distingue del resto. Las conseguidas por España tienen esta vez el dominio de las mujeres; ellas, que reciben menos ayudas, han superado con creces a los hombres. El sexo femenino avanza a pasos gigantescos en todas las profesiones: el futuro está en ellas; al fin y al cabo son las que sufren para traer los hijos al mundo.

16 de agosto
Sufriendo está Arantxa con su embarazo. Le han realizado una nueva ecografía que confirma que Adriana se encuentra bien. A un mes de su nacimiento pesa 2'3 k y espera que engorde un kilo. Su fémur mide 7 cm; su cuerpo ya busca la posición encefálica buscando la salida. La madre, con estas temperaturas agobiantes de la ola de calor que nos inunda, soporta los inconvenientes lo más animada posible; sabe que el momento se acerca y ello libera sus pesares. Fantaseo con su llegada y me la imagino sonrosada y regordeta sonriendo feliz.

Galachos en el Ebro. Zaragoza.

19 de agosto
Noche agobiante. Temperatura mínima de 30 grados que imposibilita conciliar el sueño. Salgo al balcón y observo todas las ventanas de los vecinos abiertas buscando esa ráfaga de aire que no llega. Vuelvo a la cama e intento olvidarme del calor y los sudores que cubren mi cuerpo. ¡Imposible! Se acerca el amanecer y comienzo a oír voces no cotidianas del barrio. Inquieto, me levanto de nuevo. Mis ojos descubren sorprendidos una procesión continua de musulmanes vestidos con sus mejores galas que caminan por las dos aceras hacia la explanada de la estación, o tal vez a la Expo. Hombres, mujeres, jóvenes y niños, con las más variopinta vestimenta iluminan el amanecer de una avenida todavía en penumbra. Hace unas horas que el cuarto creciente lunar ha comenzado y con él concluye el mes del Ramadán. Las familias musulmanas zaragozanas -unas tres mil- se reúnen para celebrar el banquete con cánticos y oraciones que culmina con un gran desayuno. Las mujeres y niños estrenan ropa nueva; gran número de hombres llevan túnicas blancas como símbolo de pureza. La fiesta se prolongará tres días; lástima que el presidente El Assad haya olvidado el significado de este día y sus armas sigan amontonando más cadáveres por los barrios de las ciudades sirias.
Después de cenar he salido al balcón intentando respirar un aire más agradable. Sentado en un sillón observo que el banco cercano a la parada del autobús está ocupado por tres mujeres viudas; las conozco de haberlas visto cuando todavía vivían sus maridos y nos encontrábamos por la acera o en alguna tienda del barrio. Su presencia, desde que comenzó el buen tiempo, es continua a la cita. Las tres enviudaron en fechas cercanas y hoy comparten juntas su soledad y su cariño. La más joven es la primera en llegar a pesar de que su vivienda es la más alejada al lugar de reunión. Luego llegan las otras dos cogidas del brazo; una de ellas lleva un bastón en su mano derecha y caminan lentamente hasta el banco en donde su compañera se levanta para recibirlas. Allí pasan cerca de una hora ajenas a los escasos usuarios del autobús a esas horas nocturnas. Cuando se marchan, la más joven acompaña a las otras hasta dejarlas en el portal de sus casas. La noche sigue su camino; lástima que la contaminación lumínica les haya impedido observar las estrellas que tanta veces contemplarían en su pueblo de procedencia. Allí, un cielo raso fulgente sería la carpa envolvente en la toma de la fresca.

22 de agosto
La mosca negra está causando con sus mordiscos verdaderos problemas a los que se acercan a las orillas del río. El padre Ebro, huraño como todos los veranos, se siente invadido por nuevos inquilinos convirtiendo sus aguas en refugio de especies extrañas que alteran su ecosistema. Al gigantesco siluro, gran devorador de peces autóctonos y aves de ribera, se le unió hace tiempo el diminuto mejillón cebra así como las almejas chinas que quedan amontonadas en los barros de las orillas. La globalización mundial ha conseguido que cotorras argentinas y palomas turcas colonicen nuestros parques al igual que las personas. Si el cangrejo rojo americano hizo desaparecer al oscuro de nuestros pequeños ríos, la trucha arco iris está sustituyendo a la sabrosa asalmonada del Pirineo.
En la década de los cincuenta del siglo pasado, la ribera del Ebro, en el trayecto existente entre la extinta pasarela colgante y el puente de Piedra, era el paseo diario que los internos del colegio Santo Tomás de Aquino recorríamos una y otra vez en el asueto que nos daban al medio día. Entonces, numerosos pescadores lanzaban el hilo de sus cañas hasta el centro del río esperando la captura de algún hermoso barbo. El agua, a pesar de que recibía los residuos del colector del Mercado Central, era potable; y el pescado conseguido en el río era vendido a clientes fijos o solucionaba la comida del pescador. Hoy pocos zaragozanos pescan en sus orillas; son los rumanos, muy aficionados a este arte, a los que veo desde el balcón salir de sus casas con las cañas en busca del añorado manjar que tal vez estará contaminado.

Río Gállego en el Pirineo Aragonés

25 de agosto
A lo largo de este mes se ha incrementado el número de emigrantes de raza negra que transitan por el barrio. Andan de un lado a otro buscando algo que no deben encontrar. Unos van solos, otros lo hacen en familia, con carrito incluido, llevando a un bebé que a veces lloriquea. Sus caras reflejan preocupación cuando caminan llamando por el móvil con voces de una sonoridad que asusta. Los trabajos temporales agrícolas han disminuido y tal vez intenten hallar en la ciudad lo que en el mundo rural se les niega. Ayer contemplé desde el balcón cómo una madre dormitaba echada en un banco
del paseo de Calanda, sujetando sobre su cuerpo a un bebé que sacó del cochecito que tenía al lado. Allí estuvo una hora hasta que llegó su esposo, alto y musculoso, y se fueron los tres con la mirada perdida y el paso desequilibrado. En algunas casas duermen a turnos y con las ventanas cerradas constantemente. Me pregunto qué higiene tendrán. En ocasiones sacan los colchones al balcón para que se aireen viéndose en ellos señales de mugre, miseria y abandono.

31 de agosto
Se despide agosto dejando el triste rastro de miles de hectáreas calcinadas por el fuego, agravado con la pérdida de varias vidas humanas y miles de animales calcinados. La lengua roja de dolor y muerte ha convertido al tranquilo y frondoso bosque en espeluznante parva incendiada. El lloroso crepitar de las ramas, transformadas en puñales encendidos, llegaron hasta la oscuridad profunda de la tierra. La tristeza por tanta pérdida queda amontonada esperando que nuevos latidos germinadores hagan olvidar tanta orfandad. Cuando un bosque muere desaparecen los pulmones vivificadores de nuestro caminar; en su suelo y en sus ramas está el almacén de nuestro futuro. Cuidemos, cuidemos nuestros bosques porque ellos pueden vivir sin nosotros, pero el hombre los necesita. En Aragón comenzaron los incendios en el mes de marzo en una zona pirenaica de Castanesa y concluyen, espero, en el mes que hoy termina en las laderas de nuestro querido Moncayo. Pero un nuevo incendio, y este más peligroso, se avecina para la mayoría de los españoles. El paro sigue creciendo, los precios de productos básicos aumentan y las ayudas sociales disminuyen; es el terreno ideal para que estalle el dolor moral que lentamente se va acumulado en muchas personas y que si aumenta puede encender la peligrosa llama de una revolución social.

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