Ventana
al mundo.
Habíamos hecho un camino en el conocimiento
individual y personal de nosotros mismos, debido a la etapa de una fuerte
espiritualidad, en el sentido de auto conocimiento, de culpabilidad de nuestras
acciones mal hechas, y de dar cuenta de nuestras conciencias a Dios, a través
del “Padre Espiritual” que nos “controlaba” todo. Díaz y Cabodevilla nos habían
iniciado, literariamente, en el auto retrato, con lo que nos hacía estar
siempre pendientes de nosotros mismos. Hora era ya de empezar a pensar en los
demás de una forma seria y con unos conocimientos mínimamente científicos. Es
por ello por lo que nos dedicamos a estudiar un poco más despacio el estudio de
la persona. De aquí la importancia que le dimos al estudio del temperamento y
del carácter. Ello nos ayudaría a tomar a cada uno nuestra opción a la hora de
continuar en el seminario o de abandonarlo. Claro que también podría ocurrir
que las razones que pudieran llevar a unos para marcharse coincidieran con las
razones que a otros nos movían a continuar. Unos querían “conocer el mundo” y
formar parte activa de él, y otros querían también conocerlo para poder
servirle mejor. Esto produciría con el tiempo una especie de “Esquizofrenia”.
¿Cómo se podría “encarnar” en el mundo y ayudar a mejorarlo, y por otra parte “preservarse” del mundo para no “contaminarse de sus errores”? Es como un ser del mundo, sin serlo. Unos al salir del seminario fueron directamente a formar parte del “mundo”; y otros al quedarnos no podíamos sustraernos a ser del mundo, pero “formando una especie de casta a parte”. Era como un ser y no querer al mismo tiempo. Como un ser y no poder ser. Ser “luz del mundo” pero desde “fuera” del mundo. Vivir entre la gente, pero no como la gente. Esto pudiera parecer un asunto banal en esta sociedad, pero entonces era causa para nosotros de zozobra, incertidumbre e inquietud.
¿Cómo se podría “encarnar” en el mundo y ayudar a mejorarlo, y por otra parte “preservarse” del mundo para no “contaminarse de sus errores”? Es como un ser del mundo, sin serlo. Unos al salir del seminario fueron directamente a formar parte del “mundo”; y otros al quedarnos no podíamos sustraernos a ser del mundo, pero “formando una especie de casta a parte”. Era como un ser y no querer al mismo tiempo. Como un ser y no poder ser. Ser “luz del mundo” pero desde “fuera” del mundo. Vivir entre la gente, pero no como la gente. Esto pudiera parecer un asunto banal en esta sociedad, pero entonces era causa para nosotros de zozobra, incertidumbre e inquietud.
Todavía está sin solucionarse, por ejemplo,
el tema del celibato en los sacerdotes y de la participación de la mujer en el
sacerdocio. En este sentido acabo de leer una entrevista que hace José Manuel
Vidal a José Ignacio González Faus, teólogo de la “Teología de la Liberación”,
en la Revista Noticias Obreras que edita la HOAC con el nº 1360 del 16
de mayo de 2004. Le pregunta Vidal:
- “Por mucho que los jerarcas se empeñen en
remar contra los tiempos, ¿el celibato opcional y el sacerdocio de la mujer
acabarán cayendo pronto por su propio peso?
- Responde González Faus: “No soy tan
optimista. Reconozco que la Iglesia no puede imponer a sus ministros un
celibato obligatorio porque eso equivale a privar de la eucaristía a mil
comunidades que tienen derecho a ella. De hecho, la presencia de las sectas en
América Latina, que tanto preocupa a Roma, tiene entre sus causas principales
la ausencia de ministros católicos en las comunidades, por razón del celibato.
También creo que no hay ninguna objeción teológica contra el presbiterado de la
mujer, y que es vergonzosa la situación de la mujer en niveles oficiales de la
Iglesia”.
Y sigue diciendo: “Pero quisiera añadirte que
no me gusta que todos los problemas eclesiales se reduzcan a reinvindicaciones
burguesas que suelen acabar en cuestiones de sexo. Lo que a mí me quita el
sueño es si llegará un día en que la institución eclesial se juegue el tipo por
acabar, no ya con el celibato, sino con los 35.000 niños muertos de hambre cada
día, o soldados en Sierra Leona, o “niños de la calle” de América Latina, con
el turismo sexual hacia niños que practican al año 30.000 ricachos españoles
entre otros. Por decirle al criminal convicto de Sharon que el Holocausto no es
una patente de corso para que él haga nuevos holocaustos. Por desengancharse
del imperio. Por sumarse a la desproporcionada lucha de unos pocos contra el
genocidio de las grandes multinacionales farmacéuticas. Y por hacer comprender
a los hombres y mujeres del planeta que, precisamente ahí, se encuentra la
iglesia con su Señor y paladea la fuerza de Su Espíritu”.
De alguna manera esta postura ya se atisbaba
entre nosotros cuando hablábamos del uso social que podrían tener las Joyas del
Pilar y los Bienes del Vaticano. La película de “Las Sandalias del Pescador”
nos daba pié a ello. Pero de estos temas volveremos a tratarlos más adelante
cuando hablemos de lo que fue y debe ser la Militancia en la HOAC que pusieron
en marcha Rovirosa, Tomás Malagón y todos sus pioneros.
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