domingo, 20 de marzo de 2016

ACTIVIDAD EN EL BARRIO


Actividad en el barrio

Al principio en casa nos organizamos como pudimos. Mientras estuve libre de un trabajo sometido a un horario, era yo quien compraba y hacía la comida. Aunque eso sí, todos limpiábamos por turnos la vivienda.
Nuestras comidas eran de lo más económico: legumbres, arroces, patatas, verduras, bajos de cordero cocinados en estofado, así como ternera estofada, algo de pescado (sardinas), panceta y derivados del cerdo. El hígado de ternera asado a la plancha y aderezado con aceite crudo de oliva y ajo picado, era para nosotros un manjar. A los sorianos Emilio y Fermín les gustaba mucho hacer “torrezno”, cortezas de cerdo fritas y crujientes. Les encantaba. Eran comidas fuertes de jóvenes trabajadores y procedentes de tierras de la fría Soria. En una olla exprés hacíamos cada cocido que…, eso, que quitaba el hambre y alimentaba estupendamente.
Dormíamos lo justo, porque nuestras actividades socio-políticas-apostólicas se hacían al caer la noche. Además bastantes veces había que colaborar con partidos, sindicatos, grupos vecinales y con nuestras actividades de HOAC y de JOC en reuniones, y arrojando octavillas informativas por los barrios y por la ciudad en general. Era nuestra prensa clandestina. Por eso nuestro lema elemental era: “a menos dormir, más comer”.
Por otra parte en casa teníamos nuestra puesta en común y nuestras reflexiones entorno a la Eucaristía que celebrábamos con nuestro pan y vino de nuestras comidas habituales. Era nuestro encuentro especial e íntimo de nuestra familia cristiana. Además cada uno estaba insertado en un equipo de la HOAC compuesto por militantes especialmente de los barrios. Se producía una corriente de ideas y compromisos que iban de casa al equipo, del equipo al barrio, y desde los barrios se presionaba constantemente a las autoridades eclesiásticas y civiles con la intención de mejorar las condiciones de vida de las gentes trabajadoras. Y así un día y otro día, noche tras noche, se lograba avanzar en el despertar de las conciencias de los vecinos.
El cinturón humano de los barrios apretaba a las autoridades con sus denuncias y exigencias. Comenzaba a ser corriente las manifestaciones, la policía en la calle, el sonido de las sirenas de los coches policiales, sanciones gubernativas, noches en Comisaría, solidaridad vecinal, ocultación de gentes huidas de la policía en las casas de los militantes, libros clandestinos, trabajos especializados multicopiados y distribuidos de mano en mano…
Nosotros disponíamos de un instrumento muy importante para la concienciación de las personas. Eran los libros ZYX de temas actuales y de precios muy asequibles para la gente trabajadora. Se leía y se discutía en grupos, asambleas, ateneos, en todo tiempo y lugar. Vivíamos a tope, porque trabajábamos a tope.

Todo lo que ganábamos lo poníamos en común. Cada uno gastaba según su criterio y según sus necesidades. Pero observamos que aquel proceder no era suficiente, no era eficaz, el dinero de todos apenas si llegaba a final de mes. Reflexionamos y llegamos a un acuerdo: procederíamos según el presupuesto que decidiéramos todos. Tanto para comer, tanto para gastos de casa, tanto para libros y actividades personales, y si alguien necesitaba algún gasto especial por alguna circunstancia debería ser la comunidad la que le diera el visto bueno. Y aquello resultó. Al llegar a final de mes empezaba a sobrarnos dinero. Ayudábamos a otros equipos, teníamos ahorros para gastos de desplazamientos para realizar cursillos, Incluso llegamos ahorrar suficiente dinero y comprar una nueva furgoneta Citroen 2cv., que pusimos a nombre de la ZYX en Madrid. Nuestra disciplina económica comenzaba a dar sus frutos. Y nuestra flamante furgoneta llegaría a hacer un buen servicio. Gastaba poco, corría poco, cargaba mucho, y era resistente y fiel, imagen de como ha sido siempre el trabajador en la historia obrera.

La furgoneta Citroen 2 CV Azul de la factoría Citroën Hispania. 1958. Vigo. Utilizada en las décadas 60s. y 70s,  especialmente por Correos y Telefónica.



Llegó un momento en el que hacer la comida fue también cosa de todos. Todos aprendimos a cocinar. Especialmente nos ayudó un vecino que venía por nuestra casa muy a menudo porque decía que se encontraba a gusto con nosotros. Estaba casado y tenía una niña. Tanto su mujer como él eran andaluces. Ella era discreta, serena, eficaz. “mujer de su casa”, un encanto de mujer. Él era de profesión etnólogo y trabajaba en una cooperativa vinícola de Cariñena. Pero tenía también el Carnet de Hostelería como cocinero. Nos enseñó a cocinar. Nos practicó unas recetas de poco coste, pero ricas en sabor y valor nutricional.

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