jueves, 25 de febrero de 2016

GRANDES TORMENTAS



GRANDES TORMENTAS



La abuela Eulalia tenía encendida la lamparilla de aceite delante de la capilleta de la Sagrada Familia en un lugar preferente de la cocina-comedor. Pero aquella pequeñísima luz le pareció insuficiente y encendió también la candela bendecida el dos de febrero de aquel año, día de Santa María o de la Candelaria como se le llamaba vulgarmente. Y aún así fue insuficiente la luminosidad y encendió también el candil con su cazoleta llena de aceite y su mecha empapada sobresaliendo de su guía o canalillo, quedando colgado próximo a la chimenea.

Y es que ese día del mes de septiembre de 1.942, cuando debería haber un sol espléndido de verano, y hacia la mitad de la tarde, se apoderó de todo el pueblo un nubarrón intenso, negro, amenazante, que parecía que se estaba haciendo prematuramente de noche. Las gentes del campo se encaminaban hacia el pueblo o se aproximaban a los refugios campestres o mases, pues la tormenta se echaba encima como una amenaza cierta. Los chicos acudíamos a casa, y algunas madres llamaban a sus hijos por los alrededores del lugar para que buscaran cada uno su refugio, bien en la propia casa, la de los abuelos, o la de algún amigo, según su proximidad o cercanía donde se encontraban.

Hubo un momento en que los gorriones y las golondrinas en el pueblo enmudecieron, y los perros acudieron al calor del hogar. Se hacía el silencio y los chicos comprobábamos que nuestras voces eran como más potentes en su sonido, debido al techo de nubes que teníamos sobre nuestras cabezas.

La abuela se puso a rezar el rosario implorando con insistentes ruegos a todos los santos, y en especial a la Virgen de Arcos y a Santa Bárbara. Aquel nubarrón intenso, negro y amenazante, cada vez hacía más real su amenaza. Los chicos estábamos inquietos, y nuestras risas nerviosas exasperaban a mi abuela y a mi madre. Más de un pescozón nos llevamos.

De pronto se oyó un gran trueno y un aguacero inundó tejados y calles. El agua corría a raudales, y las calles “no eran calles, eran ríos” que buscando la caída natural se encaminaban hacia el río. El agua de una calle se sumaba a la de la otra calle. Su fuerza era impetuosa. Por todas partes chorreaba el agua. Así estuvo bastante tiempo. Los chicos nos fuimos incorporando al rosario de la abuela y de la madre; incluso los hombres que habían llegado a casa manifestaban un silencio respetuoso con las oraciones de mujeres y niños.

Por fin la tormenta cesó y poco a poco, previa visión del arco iris, la luz del sol volvió a brillar. Los pájaros revolotearon nuevamente y los perros acompañaban a sus amos que se encaminaban hacia el puente construido sobre el Río Martín en Albalate del Arzobispo por el Arquitecto Gárate venido al parecer desde Bilbao en 1.796. Lo hacíamos caminando en fila por las aceras de grandes losas de arena, porque por el centro de la calzada seguía bajando el agua abundantemente.

“La luz del sol volvió a brillar”

Desde mitad del puente en dirección aguas arriba del río, es decir hacia el Sur, allá a lo lejos, el espectáculo era impresionante. Había como una pelea de nubes, cortinas de agua, y de vez en cuando asomándose el sol por encima de la Sierra de Arcos. Todo lo que abarcaba nuestra vista había sido inundado por la lluvia según deducían los hombres al contemplar las nubes que en algunas partes todavía persistían: el Barranco de la Hoz, El Saso, La Defesa, La Silleta, La Pinarosa, inundaban de agua los terrenos de Mas de Francisquín, la Masía del Chano, el Mas del Royo, Torre de Horna y Casa Echevarría entre otras partidas. La gente contemplaba y comentaba sacando todas las deducciones posibles: “¡Ojo, con una posible gran riada!”.

Estando en estos comentarios, apareció el alguacil comunicando a las gentes que desde la Central Eléctrica nº 2  de Rivera-Bernad, y por el teléfono interno, comunicaban que desde más arriba de Ariño el río Martín bajaba muy crecido y que lo mismo ocurría con su afluente el río Escurriza. Ellos permanecían en guardia constante ante posibles inundaciones de la propia Central Eléctrica instalada en el corto estrechamiento del río, donde se había construido un puente colgante, cerca del Balneario de Ariño, y próximo al Santuario de la Virgen de Arcos. Los de la Central nº 1, por debajo de Los Estrechos y de los Chaparros, comunicaban a su vez que veían el panorama con inquietud.
Desde ese momento el Alguacil, y la propia Guardia Civil en su puesto de vigilancia del cuartel frente al río, permanecían atentos a los posibles acontecimientos. Los torreros y los habitantes de las casas próximas a la ribera eran puestos en alerta ante el posible peligro. “Solo falta que Val de Alacón se salga también de madre”, comentaban los mayores.

Efectivamente, en Val de Alacón bajaban con fuerza las aguas recogidas de las proximidades de La Zarza, de Los Ventiscares, del Cabezo Negro, y las aguas de su propia cuenca. Todas las circunstancias confluían hacia un mismo efecto: la gran riada.

Terminaron por cortar el tráfico por el puente y únicamente se permitía a las gentes que miraran desde los alrededores.


“Desde el Cuartel se vigilaba constantemente”. (Foto de años 30/40 del s. XX)

Mi madre nos tenía cogidos fuertemente de la mano a mi hermana y a mí. Yo tenía cinco años y medio. De aquella riada guardo algunas imágenes reforzadas por los recuerdos de mi hermana María, y de mis primas Teresa y Prudencia, además de los comentarios que fueron haciendo sucesivamente más tarde mi madre y mis abuelos.
Desde la gasolinera instalada al lado del inicio del puente, junto a lo que hoy ocupa el característico restaurante “Casa Agustín”, veíamos como las aguas iban inundando la llamada “Torre del Puente” en la margen derecha y el “Molino de la Sociedad” en la margen izquierda. Llegaban las aguas hasta donde están instaladas hoy en día las Escuelas Públicas, el Polideportivo, el Albergue, y por supuesto todo el actual campo de fútbol. Por la margen izquierda, por el lado del pueblo, el agua llegaba hasta la casa de la Señora Vicenta la “Luquillas”, cuyo patio quedó totalmente inundado, al igual que la fábrica de aceite de Manuel Villanova. Llegó el agua hasta encima del abrevadero del puente; bajo el lavadero. Las cinco arcadas del puente no daban abasto a dejar pasar el agua. Tal era la magnitud de la riada. Para los niños fueron impresionantes aquellas imágenes. Por eso perviven en el recuerdo.

La última riada que ha habido fue el 31 de Agosto de 1.962, festividad de San Ramón. Es la información que me ha proporcionado mi sobrino José Ignacio Gómez Molina.

Grandes riadas del río Martín se han producido a lo largo de la historia. “Aguas bravas, aguas torrenciales, aguas tormentosas”. En definitiva, aguas destructoras y modificadoras del propio cauce del río, y de su propio lecho o rivera, se han producido en múltiples ocasiones. Las pérdidas económicas en su momento fueron cuantiosas. Los muros y contrafuertes fueron reconstruidos tantas veces como las riadas se los llevaban por delante.

Los abuelos y mi madre recordaban la riada que se produjo en Junio de 1.925 que inundó la Sala de las Turbinas de la Central Eléctrica Rivera-Bernad. Comentaban la que tuvo lugar en Junio de 1.933; y la de Agosto de 1.934, que llegó a causar unas pérdidas por valor de 100.000 Pts. de la época, según nos dice Pina Piquer.
Los abuelos Remigio y Eulalia hablaban de una gran riada en la que desde encima del puente “se podía coger el agua con sartenes de mango largo”. Esta riada quizás podría ser la que se indica con una raya negra la altura del agua y la fecha de 1.887, según queda recogida en su Historia de Albalate, por Vicente Bardavíu Ponz.




“La rambla se quedaba pequeña para soportar las riadas”. (Foto de Teodoro Félix).


Penetrando en la historia leemos que en el año 1.801 una riada se lleva el Azud Alto y los cimientos del Molino Harinero.
En 1.794, “una espantosa avenida del Río Martín rompe el Azud Alto”.
Y lo mismo ocurre con los Azudes, dañados o derribados, con las riadas habidas en los años 1.742, 1.650, 1.649 y 1.547.
Además se hace referencia en la historia a que ya antes de 1.547 hubo que reconstruir un Molino Harinero derribado por una riada.

Por lo que vemos la lucha del hombre por dominar las aguas del río, y éste por no dejarse dominar, ha sido constante. ¡Cuantos esfuerzos, cuantos muros construyeron para la contención de las riadas, y cuantas penalidades soportaron nuestros antepasados! ¡Aguas bravas! ¡Hombres bravos! Aguas dominadas. Beneficios abundantes. Así es nuestra historia inseparable de nuestro río. Nuestro padre el Río Martín.

Las grandes tormentas originaban las grandes riadas.

La escasez de agua durante el tiempo de sequía, daba origen a otro tipo de tormentas que se desarrollaban entre los pueblos de la ribera. Litigios, peleas, odios, sufrimientos, se producían entre las gentes. Lucha de los hombres contra las aguas desbordadas, y lucha entre los hombres por la falta de agua. Esta es la historia.

Según nos cuentan el Sacerdote Vicente Bardaviu Ponz (1.914) y el profesor José Manuel Pina Piquer (2.001) los primeros litigios de los albalatinos a causa de la sequía que nos consta documentalmente, se produjeron en el año 1.300 con los vecinos del pueblo Huesa del Común por cuestión de los pastos para sus respectivos ganados.

Con el pueblo de Hijar comenzaron las discusiones por una cuestión de división de términos en 1.301. Y en 1.325 volvió a recrudecerse la pelea nuevamente con Huesa del Común y por cuestión del aprovechamiento de los pastos para el ganado.

Pero las discusiones más fuertes comenzaron entre Hijar y Albalate en el año 1.446. El Conde de Hijar contra el Arzobispo de Zaragoza arrastrando consigo a sus respectivos pueblos. La cuestión era por la construcción de Azudes y el aprovechamiento de las aguas del río.
El Azud suponía mejor aprovechamiento del agua para Albalate, pero con ello hacía que el caudal del río disminuyese para los pueblos que se encuentran aguas abajo: Urrea de Gaén, Hijar, y la Puebla de Hijar, principalmente.

Ya anteriormente el Rey Jaime II puso “orden y concierto en la administración y aprovechamiento de las aguas del río”, según Sentencias Arbitrales firmadas en Alagón (1.311) y Calatayud (1.312).

Y la Sentencia Arbitral de 1.446, favorable a Albalate como las anteriores, no sirvió para calmar los ánimos, sino todo lo contrario. Los Pleitos continuaron a lo largo de la época Moderna.

En 1.522, el señor de Hijar entabló pleito con el arzobispo Juan de Aragón por el azud de Albalate. (Historia de J.M.P.P. Pág. 110). “El mismo emperador Carlos I de España y V de Alemania envió desde Valladolid a Gismundo Barberán, gentilhombre de su guardia y confianza para que intentase aplacar los ánimos pero no consiguió nada”.
La pelea se daba entre  Grandes arrastrando a las gentes sencillas de los pueblos. Como siempre. Al siguiente año, y tras nueva intervención del Rey, ambos “Principales” hicieron las paces.

En 1.529 se construye el primer azud fijo y consolidado, que hace que al ser mejor y más consistente aprovechaba mucho más el agua para el servicio de Albalate, y como consecuencia de ello se llegó a secar la Acequia de Gaén con las consiguientes protestas de Hijar. Una Sentencia Arbitral en 1.530, obliga a repartir el agua.

Durante los años siguientes las relaciones de “amor y odio” por cuestión de la escasez de las aguas marcarán la vida de los vecinos de los pueblos.

“Capitulaciones y Concordia” con constantes intermitencias de Litigios, harán la vida más dura a los sencillos vecinos de los pueblos.

Será en 1.836, tras cinco siglos de constantes encuentros y desencuentros, cuando la Sentencia Definitiva del Tribunal Supremo sobre los litigios de aguas entre Hijar y Albalate ponga las cosas en su sitio: “la mitad de las aguas del río Martín serán para Hijar, Urrea y la Puebla de Hijar”.



“Después de la riada seguía la vida”. (Foto de los años 40 del s. XX).


Tormentas, riadas, desastres, litigios, sufrimiento, ha sido una parte importante de la historia de los albalatinos.

Escasez de agua, o agua extrema perturbadora de la vida; sufrimientos, litigios, incluso guerras, se están dando todavía en nuestros tiempos.

Más de 1.200 millones de personas en el mundo no tienen garantizada el agua potable. Ello supone más de 10.000 muertes al día, en su mayoría niños.

Contaminación y degradación ecológica. “Matar un río supone quebrar la vida de las comunidades que dependen de él”, dirá el Profesor Pedro Arrojo Agudo.

Conflictos internacionales por el agua en Äfrica y Asia. Guerra encubierta, o no tan encubierta, entre Israel, Jordania y Palestina; Turquía y Siria; China e India; Angola y Namibia; Etiopía y Egipto; Bangladesh e India, son escenarios actuales, o de un futuro próximo, de conflictos.

La historia se repite en todas partes.
Se hacen presentes los conflictos por falta de entendimiento entre los hombres.

Por eso es importante en la actualidad que tengamos las ideas claras sobre la falta de agua para muchas personas en el mundo, y su distribución equitativa entre todos.
Pedro Arrojo nos ayuda distinguiendo distintas categorías de valor sobre el agua, y de derechos de las personas sobre ella, estableciendo prioridades y criterios de gestión adecuados.

“El agua-vida”, está en función básica de supervivencia de seres humanos y demás seres vivos. Es un derecho humano de todos los hombres y mujeres de la tierra.
“El agua-ciudadanía”, para actividades de interés general de los países. Son derechos de los ciudadanos y de interés general de la sociedad.
“El agua-crecimiento”, en función del crecimiento económico y de la productividad. Es un derecho de los países poder mejorar el nivel de vida de sus ciudadanos.
“El agua-delito”, cuando se usa el agua pervirtiendo el orden de prioridades, y utilizando el agua “sobre bases ilegítimas o ilegales” (contaminación, extracciones de agua abusivas…). Sobre ellos debe recaer todo el peso de la ley.

El agua para la vida, para la vida de todos los seres del planeta, debe de ser el Norte que nos guíe a los hombres en todo momento, como a todos los gobernantes de todos los países de la tierra.

Laureano Molina Gómez
Zaragoza, 25 de octubre de 2.008.
(Año de la Exposición Internacional de Zaragoza 2008).


BIBLIOGRAFÍA:

HISTORIA DE LA ANTIQUISIMA VILLA DE ALBALATE DEL ARZOBISPO, del Doctor D. Vicente Bardavíu Ponz. Tip. de P. Carra. Plaza del Pilar (Pasaje). Zaragoza. Año 1914.
DE ILUSIONES Y TRAGEDIAS. HISTORIA DE ALBALATE DEL ARZOBISPO, de José Manuel Pina Piquer. Edita Ayuntamiento de Albalate del Arzobispo. Año 2.001.
EL AGUA, DERECHO HUMANO Y RAÍZ DE CONFLICTOS. Fundación Seminario de Investigación para la Paz. Edita Gobierno de Aragón. Departamento de Educación, Cultura y Deporte. Zaragoza, 2008.


                                                                      “Dominio del río"

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