domingo, 14 de febrero de 2016

EXILIADO



EXILIADO.



Aquella noche no pudo dormir. La anciana costurera le había preparado una cama en un cuarto solo para él. Hacía días, meses, que no dormía en una cama. Había adquirido el hábito de dormir en malas condiciones. ¡Tanto tiempo durmiendo con un ojo cerrado y el otro abierto! Siempre en continuo sobresalto. Semidormido y medio despierto. En constante actitud de vigilancia preventiva. Vigilando para seguridad de los demás y vigilando como mecanismo de autodefensa. Toda la noche se convirtió en un “sueño despierto”. Se tentaba así mismo y no sabía bien cual era su situación.
Imágenes, ruidos, explosiones, huída repentina, retiradas, hechos horribles, gritos de dolor se agolpaban en su cabeza, y su corazón latía de tal manera que era imposible concebir el sueño.


Tenía treinta y un años, y aunque era joven, su cuerpo no aguantaba más. ¿Qué hacía aquella tarde lluviosa, con frío, en una ciudad que no conocía, y entre gentes que hablaban de tal manera que él no entendía nada?


Sandríne, la costurera-modistilla, lo vio tan joven, desaliñado y tan abatido, que cogiéndole del brazo lo llevó hasta su casa. Una casa pobre, pero digna morada de aquella mujer que había estado trabajando toda su vida y que vivía sola. “Espagnol, guerre, exilé, réfugié, venez avec moi”, fueron las palabras de la señora.


Laureano, que así se llamaba el exiliado o refugiado, la siguió como un cordero. Ella le preparó la habitación y después de tomar la sopa, se acostó; más bien la anciana le obligó a que se acostara. Ella encontró “un hijo” y él la miró como a su madre.


¿Qué tendrá Orleáns que sus mujeres son valientes, decidas y generosas?


Porque era en la ciudad de Orleáns donde el exiliado se encontraba. Capital del Departamento del Loiret a orillas del Río Loire, con 75.489 h. en los años cincuenta. Orleáns era la ciudad de Santa Juana de Arco.


Había decidido subir hasta el centro de Francia, hasta el corazón de “La France”. Al salir de Argelès Sur Mere con el “pase” que les proporcionó la Administración Francesa, cogió el tren y de un tirón dejó atrás Perpignan, Carcassonne, Toulous, Montauban hasta llegar a Orleáns.



Catedral de Orleáns y el Río Loire a su paso por la ciudad.



La mayoría de sus compañeros habían preferido quedarse por el sur, cerca del Pirineo, cerca de España. En grupos, casi “en manada”. Se dejaban ver. Había quienes seguían pensando que la reconquista de España para la República, era posible. Mi padre, Laureano, pensó todo lo contrario: habían perdido la guerra y no había vuelta atrás. Por eso decidió ir hacia el interior de la Francia. Él, sólo, se fue “camuflando” mucho mejor entre los franceses. Molina se fue dándose vida por su cuenta. No estaba “controlado”. No se sentía controlado. Para él era como coger “el toro por los cuernos” del exilio de su España querida. Comenzaba una nueva etapa en su vida y había que aprovecharla.
Quedarse en grupo, en el sur de Francia, cerca de los Pirineos, sería la “perdición” de muchos al ser ocupada Francia por los Alemanes Nazis. A éstos les sería más fácil cogerlos y llevarlos hacia los Campos de Concentración y de Exterminio. Sería la perdición de muchos.

Atrás quedaba el Campo de Concentración y de Acogida de Argelès sur Mere en la costa mediterránea francesa. – Todavía recuerda mi padre el estribillo de la canción que cantaban al tiempo de salir de Argelès:

Somos los rojos refugiados,
que el mundo pensamos recorrer
recogiendo el arte y el comercio
que nos dio tanto provecho
en la Playa de Argelès Sur Mere.

Algunos, como mi padre, terminarían de aprender a leer y escribir, y las cuatro reglas de aritmética. Otros, plasmaban su imaginación artística en pobres lienzos. Y todos, de una manera o de otra, comenzaron a comerciar con todo lo que era útil en aquellas circunstancias. Había quienes redactaban elementales periódicos informativos. Otros constituían Comités de Apoyo Mutuo para sobre vivir y ayudar a los más débiles. Cada uno se auto protegía, pero sin olvidar la solidaridad hacia los demás. Porque en aquellas circunstancias ayudar a los demás, era ayudarse a sí mismo. “Hoy por mí, mañana por ti”. Tener un primo en Francia, o un antiguo amigo, era como tener un salvo conducto para salir del Campo de Concentración. “El que salía quedaba obligado a reclamar, una vez encontrado trabajo, al que había quedado dentro”. La agricultura francesa acogería a muchos españoles exiliados. Era mano de obra barata, generosa, y agradecida.

Los últimos coletazos de la Guerra Civil Española en Barcelona habían terminado para siempre. La Batalla del Ebro. El Frente de Huesca intentando tomar Sierra de Alcubierre para desde allí avanzar hacia la Zaragoza de Franco. La toma de Belchite por parte republicana. Trincheras llenas de cadáveres. “Huyendo de los cañonazos que silbaban por todos lados, se arrojó a una trinchera “ocupada” por muertos de reciente metralla”. “Aquellos cuerpos le “arroparon” y le salvaron una vez más”.

Pero lo que más quedaba grabado en su mente era ver, desde el tren, a su mujer y sus dos hijos en el andén de la Estación de Ferrocarril de Caspe, última visión que tenía de ellos cuando se incorporaba al Frente Republicano. Era el mes de Febrero de 1938. Y el esfuerzo que había hecho en roturar tierra para el cultivo en el paraje de La Silleta en la Sierra de Arcos de Albalate del Arzobispo, quedaba todo inútil. Su familia estaba “abandonada”. Aunque es verdad que confiaba en sus suegros y sabía que éstos no les abandonarían. Porque la vida en el pueblo era dura, muy dura, sigue recordando el ahora abuelo Laureano camino de los noventa y nueve años.

Segadora, segadora,
qué aborrecida te ves;
todo el día trabajando,
y aun agua puedes beber.


No se le ha ido de la cabeza lo que le ocurrió un día en la casa “del amo” en Albalate. Para cenar tenían acelgas. Mi padre como pastor rabadán (niño todavía) comía y dormía en casa del amo. Pero esa noche llegó un amigo del señor de la casa y no teniendo qué darle para cenar, le quitaron el plato a mi padre para dárselo al recién llegado. Él se fue a dormir habiendo comido únicamente pan y olivas. De madrugada se iría con el pastor a cuidar de las ovejas del amo hasta que el sol se escondiera.

La llegada de la 2ª República Española suponía para él la Utopía que comenzaba a ser realidad. Por eso defendió la República.

Al abuelo Remigio, que había sido para él muy exigente, sin embargo le veía como un hombre justo y honrado. -“No quiero rojos en mi casa”,- le había dicho en alguna ocasión. Pero mi padre quería a mi madre, y mi madre le quería a él con locura. Para los abuelos esto era más importante que todo lo demás. Por eso, Laureano, al recordarlo suspiró, y por un instante cerró los ojos.

Para no perder la cabeza, comenzó a vivir intensamente el presente de  su “nueva vida”. En Orleáns buscó trabajo, hizo encargos, trabajó en el campo como jornalero eventual, hizo cualquier cosa que saliera al paso con el fin de sobrevivir. A Sandríne le llevaba todo lo que le fuera útil: productos del campo, leña, carbón, etc., todo lo que les hiciera la vida un poco más llevadera. Porque para Francia comenzaban también tiempos difíciles.
La viejecita costurera quería a mi padre, y mi padre la respetaba y cuidaba con cariño. Según mi padre, llegó a trabajar en el Campo de Aviación de Orleáns. Cualquier trabajo le proporcionaba, además del sustento, “resguardo documental” para el futuro. Poco a poco se fue aclimatando a la nueva vida, a las nuevas costumbres. Molina tuvo siempre muy presente aquella “Regla de Oro” del sabio Refranero Español: “Donde estuvieres, haz lo que vieres”. Llegó a amar a Francia, tanto como a España.

El 10 de Mayo de 1940, Alemania invade los Países Bajos y seguidamente pasan a Francia. El 14 de Junio del mismo año, París es ocupado por los alemanes. Monsieur Reynand dimite el día 16, y el mariscal Petain forma un nuevo gobierno, al frente del cual firmaría el armisticio por el que Francia quedaba en manos de la Alemania de Hitler. Las tropas alemanas comenzarían a extenderse hacia el sur.



Arco de Victor Hugo en Burdeos y Puente de Piedra (486 m. de longitud).



En aquellas circunstancias una noche mi padre comunica a Sandrine que debe marcharse hacia el sur. “No solo corre peligro él como anarquista español, sino que le pone en peligro a ella”. La despedida es desoladora. Sandríne abraza a mi padre, y mi padre dándole un beso en la frente desaparece de inmediato.

Trabaja algún tiempo en Poitiers en la agricultura; y definitivamente se pierde en la gran Ciudad de Burdeos. Alquila una habitación “con derecho a cocina” en la pequeña y céntrica Plaza de Camille Pelletan.
Burdeos es Capital de la Región de Aquitania y del Departamento de la Gironde con 253.751 habitantes por aquellas fechas. La ciudad se encuentra a orillas del Río Garonne, donde se ubica un importante Puerto Fluvial.

Los alemanes ocupan totalmente Francia, y en Burdeos los españoles exiliados comienzan una vida de trabajos precarios, de ocultación, y de ansiedad. Los alemanes “los llevaban a raya”. Molina trabaja en la Estación de Ferrocarril de Mercancías descargando vagones de patatas. “Los alimentos escaseaban y las gentes sobrevivían como podían”. Las patatas desechadas, porque comenzaban a podrirse, eran inmediatamente recogidas por las gentes hambrientas para cocinarlas y comerlas.
“Una viejecita que recogía esas patatas tropezó sin querer con un soldado alemán, y éste de una patada la arrojó al medio de la calle. Los que presenciaron la escena recogieron a la anciana con los puños y dientes apretados”.

 Sigue recordando mi padre:
“Para evitar esas escenas inhumanas de los soldados alemanes de malos tratos, les decíamos a las gentes que nos dieran sus direcciones, y ellos al repartir por la ciudad con los camiones el racionamiento de alimentos, les dejarían en sus puertas los sacos de patatas desechadas”. “Evitábamos así ser vistos por los soldados, pues las represalias no se hacían esperar”.

Estas escenas, auténticamente ciertas, indican gráficamente cómo vivía en Burdeos muchísima gente.
 
“Cortar árboles en los bosques de Las Landas fue otra de las ocupaciones de mi padre. Madera y leña eran muy apreciadas”.


Los españoles acostumbraban a juntarse los domingos por la mañana paseando calle arriba, calle abajo, por la Tours de Victor Hugo, desde “le Pont de Pierre hasta la Rue Sainte Catherine”. Intercambiaban información y se daban ánimos unos a otros.

“En un pequeño Café, que había en la “Rue des Trois-Conils”, que confluye en la populosa y céntrica “Rue Sainte Catherine”, estaban reunidos jugando a las cartas mi padre, un albalatino llamado el “Taratí”, -que no he podido averiguar quien es-, el andaluz señor Zambrana con su hijo y un cuñado, y un tal Pablo que con cuerda de sacos hacía alpargatas para los amigos.


Al anochecer, un día, Molina les dice: “Esta quietud y “calma chicha” que se respira hoy, no me huele nada bien; me voy a pasar la noche al campo”.

“No fastidies, le respondieron los compañeros. Eres un exagerado”.

Los dejó con las cartas, cogió lo imprescindible, atravesó el Garona por el Puente de Piedra, recorrió hasta el final la “Avenue Thiers” dirección norte, y en Cenón se perdió por los campos. Pasó la noche en los prados con el sonido de los cencerros de las vacas, y oculto entre la maleza.


“Aquella noche los soldados alemanes hicieron la gran redada”. Los compañeros de juego terminaron en los Campos de Concentración y de Exterminio Alemanes”.


La intuición de mi padre le salvó.


Laureano Molina López. Burdeos. 1942.




Mi familia pensaba que no habíamos tenido noticias de mi padre hasta después del final de la Guerra Europea. Pero no fue así. Rebuscando entre las fotos estos días encontramos una de mi padre hecha en Burdeos, fechada el 31 de Diciembre de 1942. Por su valor sentimental para nosotros la reproduzco con el texto que venía al dorso.

Decía:

“Querida esposa e hijos. Siempre y con cariño de vuestro querido padre, que tanto os quiere y no os olvida un momento. Feliz Año Nuevo 1943. Para toda mi familia besos y abrazos…, y a todos los que por mí pregunten… Adiós foto con fortuna, con más fortuna que yo, que vas a ver a mi familia a la que no puedo ver yo”. Firmado Laureano Molina. A 31-12-1942.

La foto llegó a Albalate del Arzobispo, vía Inglaterra, y con sello camuflado alemán. La Organización Anarquista logró sacar de Francia unos paquetes de cartas y hacerlas llegar hasta Inglaterra, y desde allí otros anarquistas las introdujeron en España.

Zaragoza, Febrero de 2008.


BIBLIOGRAFÍA:

DICCIONARIO ENCICLOPÉDICO ABREVIADO, Tomo IV, Espasa-Calpe, S.A. Madrid 1957.

NOUVEAU PETIT LAROUSSE ILLUSTÉ. Diccionaire Encyclopédique. Librairie Larousse-Paris- VI º. 1956.

FUENTE PRINCIPAL DE INFORMACIÓN: el autor de los hechos, Laureano Molina López, cuyos recuerdos han sido recogidos en breves notas  por su hija María Molina Gómez, mi hermana.





El puente de Piedra sobre el Garona en Burdeos.















No hay comentarios:

Publicar un comentario