jueves, 25 de febrero de 2016

ESFUERZOS Y RECOMPENSAS



ESFUERZOS Y RECOMPENSAS


Aquel día llegó a casa cansado, abatido, roto, con el miedo metido en el cuerpo. Había estado todo el día trabajando en pésimas condiciones. Colgado sobre el precipicio, sobre el río Martín, para realizar unas obras necesarias para el objetivo que se habían propuesto: “la producción de energía eléctrica mediante el sistema de salto de agua moviendo las turbinas generadoras”.
Cuatros pesetas diarias (pesetas de la época) era el sueldo que percibían los trabajadores. A la salida del sol debían de estar en el tajo. La jornada finalizaría al “caer el sol”.

Santos Molina Baeta necesitaba aquel salario, pues estaba recién casado con Blasa López Bernad, y deseaban tener familia lo antes posible. Eran mis abuelos por parte paterna.

En el morral llevaba además de la cantimplora con agua, una “botellica” de vino del “rinconcico de tierra” plantada de vid con sus propias manos. El vino daba calor al cuerpo, y el agua lo refrescaba en un combinado contraste, que desde tiempos lejanos se le venía llamando “el trago del segador”.
El menú del día casi siempre era el mismo: un “saquete” de olivas negras de los pocos olivos que podía cultivar; una sardina de cubo o arenque, que en el mejor de los casos era sustituida por una morcilla o chorizo, o quizás un trozo de panceta del cerdo que se había criado en casa. Siempre acompañaba una fiambrera con sofrito de pimientos, cebolla, tomates secados al sol, ajos, con abundante aceite de oliva virgen del pueblo, cuyo aroma es inconfundible para los que hemos nacido y nos hemos criado en Albalate del Arzobispo. La fiambrera de aluminio se calentaba en una hoguera constituyendo un plato único muy rico en calorías.
Las olivas de la tierra solían servir siempre como  aperitivo, acompañamiento, y  postre, en casi todas nuestras comidas. Un par de manzanas reineta y ahí está todo.

Santos Molina Baeta y Blasa López Bernad.
En cuanto a nuestro aceite, tomar unas tostadas de pan (“pan turrao”) con aceite de oliva virgen de la antigua Comarca del Bajo Aragón, Alcañíz. Calaceite, Valdeltormo, el resto de pueblos, y Albalate, constituye un placer especial inolvidable. Si a ese pan lo “refrotas” con un diente de ajo y una pizca de sal, viene a ser todavía hoy en día, una golosina en nuestra vejez. ¡Palabra!

El pan con aceite ha constituido siempre en nuestra historia una costumbre constante. Y lo es también en muchísimos lugares donde se cultivan los olivos. Hablando un día con un palestino en el transcurso de una conferencia sobre Palestina en los Jesuitas de Zaragoza, me decía que sus abuelos en Palestina hacían lo mismo que lo que yo estaba contándole, tomando pan con aceite. Más todavía “su abuela tenía la costumbre de beber medio vasito de aceite en ayunas todas las mañanas, y funcionaba y se conservaba estupendamente”.

El ex coordinador de Izquierda Unida Julio Anguita González en su libro “Corazón Rojo-La vida después de un infarto”, describe con fruición el placer y los beneficios de la costumbre de comer pan con aceite de oliva virgen. “Un buen aceite sobre una lechuga es un festival irrepetible si hemos acertado con la verdura y con la cosecha del aceite”. Y sigue diciendo, “Con respecto al pan con aceite, todo un ritual del sabor de mi tierra (Córdoba-Andalucía) he de decir que siempre lo he tomado y sigo en ello”. “El famoso “joyo”, un trozo de pan, preferiblemente el codo, se le quitaba la miga y se rellenaba con aceite. Luego, por su puesto, se volvía a colocar la miga de pan encima para taparlo, a modo de sombrero nutricional. El resultado es una de las siete maravillas que se le pueden dar al paladar sin desembolsar una fortuna en un producto caro o exótico”. Y sentencia: “Yo para el aceite soy una lechuza: me lo bebo”.
Nosotros, los de mi época, “éramos hijos del aceite”. Los jóvenes en la actualidad, “son hijos del Danone”.


“La acequia penetra en la montaña”. (Prolongación de El Batán). (Foto de Emilio García Gómez. Octubre 2.008)
Acquia El Batán. Tramo medio.

 Salto de agua para Central Eléctrica
Se estaba construyendo la acequia, continuación de la del Batán, por la Empresa “Rivera-Bernad”.

El Batán, antiguo molino de harina y un más antiguo edificio en el que funcionaba la máquina para fabricar paños, recibía las aguas del río mediante el azud que se había construido en él. Al molino de harina acudían los pueblos más cercanos como Andorra, Alloza y Ariño para satisfacer sus necesidades de la molienda de sus cereales.
El paisaje es idílico: la Sierra de Arcos; el “estrecho-puerta” límite entre Albalate y Ariño, con su “Puente Colgante”, los “Baños de Aguas Termales de Ariño”; y el Santuario de la Virgen de Arcos, cuya imagen parece estar viéndolo todo desde el puntal, antiguo castillo medieval.
Carlos Blázquez Herrero dice en el monográfico sobre “El Agua”, y en el capítulo “Agua y Religión”, editado por El Periódico de Aragón lo siguiente: “La Virgen de los Arcos (Albalate del Arzobispo) debe su nombre a una antigua población que se encontraba en la inmediaciones, quizás por los acueductos cercanos”.

La Compañía, formada para ello, Rivera-Bernad decidió llevar el agua hasta el lugar elegido para construir la Central Eléctrica.
Había que alargar la Acequia del Batán sin importar los obstáculos que fueran necesarios salvar para conseguir el objetivo.
Penetraron la montaña creando sucesivos túneles en un recorrido de unos 3.000 metros hasta el embalse donde se colocaría el gran tubo que haría el salto de agua hasta la orilla de enfrente donde está la Central. Aproximadamente unos 1.380 metros son túneles por el interior de la montaña. Unos 1.620 metros son de acequia al aire libre en algunos trechos.
En un “cortado del río”, en su mayor estrechez, hay unos 40 metros en los que prácticamente la acequia va colgada. Aquí está el motivo del pánico de aquel día de trabajo de mi abuelo Santos. Es el tramo más difícil en su construcción. Hay una Almenara para desviar el agua de la acequia al río para facilitar las labores de su limpieza.

Los Estrechos en el río Martín. Albalate del Arzobispo.

El abuelo trabajó también en el embalse, salto de agua, y edificio de la Central. Siguió trabajando con Rivera-Bernad hasta que un día manipulando postes de madera para el tendido de cables para la conducción de la energía eléctrica, primero hasta el pueblo, y posteriormente hasta los pueblos limítrofes, se le produjo una hernia inguinal. ¡Se hernió!
“Ya no valía para trabajar en aquella faena”. Se quedó sin trabajo. Ninguna compensación económica recibió al respecto. Cambió el trabajo de peón por el de pastor de ovejas.

(Nota: Hernia inguinal, “tumor producido por la salida total o parcial de una víscera”, nos dice el Manual de Enfermería consultado. Abarca la zona del abdomen inferior del ombligo hasta la región suprapúbica. La hernia inguinal en el hombre se debe a la debilidad de la pared abdominal en donde sale el cordón espermático; entra al conducto inguinal y después al escroto).

Toda su vida anduvo con el braguero, artificio que tiene un cojín que se mantiene firmemente en el orificio inguinal, mediante unas correas que se ajustan al cuerpo. Ese fue el remedio médico que en aquel entonces se le dio.

El año que oficialmente se inauguró la Compañía Eléctrica Rivera-Bernad (1.901), al matrimonio Santos y Blasa le nació su primera hija, Carmen. Posteriormente nacerían Francisco, Justa, Laureano, Teresa y José. Esta fue la recompensa a los esfuerzos del abuelo Santos y de su esposa Blasa.

Aguas abajo del río, después de la Central Eléctrica, se encuentra el “Azud Alto” que con su embalse permite el origen de todo el sistema de riegos de Albalate del Arzobispo.
Al principio debió de ser un azud rudimentario de troncos y piedras, que con los consiguientes destrozos de las riadas, se fue renovando y consolidando en el transcurso de los años.
Para comprender este magnífico sistema de riegos debemos tener en cuenta la influencia de la cultura de los Íberos, Romanos, Visigodos y Musulmanes, que juntamente con el buen hacer de los nativos, en una síntesis de encuentros y desencuentros, de guerra y paz, permitió el desarrollo del pueblo. Me remito a nuestras historias escritas por Vicente Bardaviu Ponz (1.914), y José Manuel Pina Piquer (2.001).

Por la margen derecha del río y paralela a éste, discurre el primer tramo de la “Acequia Madre”.
Pero había que pasar el agua a la margen izquierda, aumentar la superficie de regadío, y sobre todo conducir el agua hasta la población. Para ello se construyó un acueducto llamado “La Canal” o “Las Canales”, porque eran dos grandes tubos que conducían el agua a la otra orilla.


La Canal (1.956).

En los primeros tiempos el acueducto era muy rudimentario, de madera. Posteriormente se sustituyó por un gran armazón de hierro (puente de hierro). Cuando yo lo contemplé por primera vez, siendo niño, estaba recién pintado de rojo que desde lejos daba gozo verlo con el contraste del verdor de la vegetación del entorno. Después (1.956), fue sustituido por el acueducto de hormigón que subsiste en la actualidad.
A partir de ahí dos acequias paralelas al río continuaban el agua cubriendo las necesidades de los albalatinos: la Acequia llamada del “Lugar” (margen izquierda), y la Acequia que se llamaría “La Aceiquieta” (margen derecha del río). El pueblo y el valle tenían asegurado el suministro de agua.
El origen del sistema de riegos, como tal, se remonta a la época de dominación árabe. El año 720 sería aproximadamente su comienzo en Albalate.



La Acequia del “Lugar” originará el salto de agua para el Molino de Harina situado en la subida hacia “La Loma”, cuyo sobradero en una cuota inferior dará lugar al comienzo de la Acequia llamada de “Los Terreros”, y que más abajo, junto al pueblo, daría movimiento al Molino de Aceite (El “Molino de la Sociedad”).
Todas las aguas sobrantes de la acequia en cuotas superiores serán recogidas por la acequia inmediata en cuotas más bajas. El aprovechamiento del agua por tanto es extraordinario. La superficie de tierra regada es total. La distribución del agua por todo el valle es innegable.
La “Aceiquieta” dará origen en un discurrir paralelo entre ella y el río, en la margen derecha, a las acequias llamadas: “Ojo del Partidero”, “Ojo de la Marina”, y “Ojo de Sambatán”. Al estar en cuotas de altura diferentes unas reciben el agua sobrante de las otras, y distribuyen correctamente el agua recibida en sus orígenes.
Entre unas y otras, en sentido perpendicular a ellas, se encuentran “los Brazales” (más pequeños que las acequias), para facilitar que el agua llegue a todos los rincones de regadío.
Al final del término de Albalate, el abanico de acequias paralelas desplegado (seis en total), se encaminarán al río o la “Acequia de Gaén” que nace en el “Azud Bajo” para el riego de los pueblos Urrea de Gaén, Hijar, La Puebla de Hijar, y Samper de Calanda.

Tormentas, riadas, sequías, litigios, y esfuerzos por el aprovechamiento del agua. Azudes, acequias, ingenios, sistema de riegos admirable, energía eléctrica temprana, es la recompensa.

Laureano Molina Gómez
Zaragoza, 1º de Noviembre de 2.008.
(Año de la Exposición Universal de Zaragoza, 2.008).
 

BIBLIOGRAFÍA Y FUENTES DE INFORMACIÓN:

HISTORIA DE LA ANTIQUISIMA VILLA DE ALBALATE DEL ARZOBISPO, del Doctor D. Vicente Bardavíu Ponz. Tip. de P. Carra. Plaza del Pilar (Pasaje). Zaragoza. Año 1914.
DE ILUSIONES Y TRAGEDIAS. HISTORIA DE ALBALATE DEL ARZOBISPO, de José Manuel Pina Piquer. Edita Ayuntamiento de Albalate del Arzobispo. Año 2.001.
JULIO ANGUITA. “CORAZÓN ROJO. La vida después de un infarto”. Edición de Rafael Martínez-Simancas. (3ª Edición). Madrid, 2005.
ENFERMERÍA PRÁCTICA, de Lillian Sholtis Brunner y Doris Smith Suddarth, Editorial Marín, S.A. Barcelona 1985.
EL AGUA Y ARAGÓN, Ediciones 94 y Carlos Blázquez. Edita: Prensa Diaria Aragonesa, S.A. El periódico de Aragón. Grupo Z. Zaragoza, 1.995.

INFORMADORES:

Laureano Molina López, hijo de Santos y de Blasa, de 99 años de edad.

Antonio Palos Martín, “Guía Turístico del Parque Cultural del Río Martín”, de Albalate del Arzobispo.

José Ignacio Gómez Molina, Concejal del Ayuntamiento de Albalate del Arzobispo. 


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