viernes, 22 de enero de 2016

INTRODUCCIÓN



LOS VECINOS DE MI CALLE

INTRODUCCIÓN

Al atardecer de la vida uno se pregunta muchas cosas y comienza a recordar múltiples escenarios por los que ha transcurrido su vida. Recuerda, se pregunta, y afloran vivencias unas de tras de otras. Se vuelve a vivir intensamente como un sueño del pasado
Y ¿por qué no escribir sobre ello? Posiblemente esas pequeñas historias puedan servir de reflexión para alguien, al mismo tiempo que se empieza a hacer balance  de lo que uno ha sido a lo largo de toda su vida. Se rinde cuentas con uno mismo, y ofrece sus vivencias pasadas para corregir errores y acentuar aciertos. Así se escribe la historia con las vivencias y recuerdos de la gente corriente. Contar las efemérides nacionales y supranacionales es otra cosa.                                
Lo que se quiere ofrecer en este blog es la historia de la gente corriente.
Lo primero que uno recuerda a medida que el niño va descubriendo el mundo además de sus padres y familiares son sus vecinos. Siempre hemos tenido vecinos a nuestro lado. Hogar, calle, municipio…, siempre entre vecinos.
Los primeros vecinos que personalmente recuerdo son los vecinos de mi calle, el Cantón Curto de Albalate del Arzobispo (TE). Aquí comienzan estas historias. Familia, vecinos, paisanos, forman básicamente nuestra personalidad. El amor a lo grande no se concibe sin el amor a lo pequeño. Mal se puede amar a la Patria Grande sin haber amado antes a la patria chica. Primero la patria chica, después todo lo demás. El amor a la “Patria” sin antes amar previamente a su propia patria, es idealismo de baja intensidad, de baja realidad. Idealismo sin realismo es el camino más corto para cometer errores. Primero la realidad concreta e inmediata, después todo lo que haga falta con el fin de que todos consigan un mínimo de bienestar común.
Nuestro conocimiento va de lo particular a lo general, como planteaba Aristóteles. De lo pequeño a lo grande. De lo concreto a lo abstracto. De lo material a lo inmaterial. De lo inmediato a lo más lejano. En definitiva, de ser vecino del pueblo a ser ciudadano del mundo.
Primero se concibe lo real, lo tangente, lo inmediato, y de ahí se aspira a lo ideal, a lo utópico. Con la inquietud de transformar la realidad conocida nos remontamos a la misión de mejorar esa realidad. Y ello se realiza en el orden personal, familiar y del bien común. Pensar solo en el crecimiento de uno mismo es trastornar el orden del crecimiento humano. O crecemos todos, o todos quedamos hechos unos enanos. Lo grande no puede ir bien si al mismo tiempo no crece también lo pequeño. Sin crecer la economía de todos los ciudadanos, no puede ir bien la economía de la Nación. Malo, muy malo es si solo crecen unos pocos, mientras la gran mayoría se quedan sin poder crecer también.
El hombre es un ser social, la economía tiene que ser también social. Frente a la Economía Financiera Especulativa, debe crecer la Economía Real y del Bien Común. Distribuir la riqueza en beneficio de todos es primordial para que la humanidad crezca en profundidad e intensidad en sentido humanista. Nuestros pensadores y escritores humanistas venían a decir: “no querer ser ricos, preferir ser hombres”. Primero el hombre, después todo lo demás. Y cuando se dice el hombre, se quiere decir toda la humanidad.

Además del escenario de Albalate en mi caso, han habido otros escenarios en los que mi vida se ha desarrollado. Todos tenemos un primer escenario, y todos tenemos múltiples escenarios en nuestras vidas. Así del pueblo pasé al Seminario de Alcorisa y más tarde al Seminario de Zaragoza. Pero siempre rodeado, y junto a mis vecinos, mis próximos, mis semejantes. “Nada humano me es ajeno”, decíamos en el seminario recordando al dramaturgo romano Publio Terencio (194 a. C.--159 a C.), indicando con ello la importancia que para nosotros tenía el ser humano. Ahora añadiríamos sin perjuicio del desarrollo de toda la Naturaleza. Aquí no cabe crecer bajo el principio de tierra quemada en provecho de unos pocos y actuaciones contra natura. Somos partes de la naturaleza. Si la destruimos, nos destruimos a nosotros mismos. Recordemos la historia de la isla de Pascua, donde no quedan mas que sombras de lo que fueron y ya no lo son.
También viví en Tauriac le Morón en la Gironde (Fr.). Y allí estaban también mis vecinos. Lo mismo ocurrió en los pueblos de Cinco Olivas, Alborge y Sástago a orillas del río Ebro formando lo que se llama “los Meandros del Ebro”.
La ciudad de Zaragoza ha sido el lugar donde he vivido la mayor parte de mi vida: el Bº de Casablanca, el de Las Fuentes, la calle de Dr. Cerrada, y temporalmente el camping residencial Bohalar en Zaragoza, y el camping vacacional Montroig entre Cambrils y L´Hospitalet de L´Infant (T) en la costa Dorada. También he residido varios años durante las vacaciones de verano en Panticosa y Escarrilla en el Valle de Tena del Pirineo Aragonés. Siempre he estado en plena relación con los vecinos. Finalmente vine a vivir al sector Romareda de Zaragoza. Desde aquí fui repasando todas mis vivencias y la he ido plasmando en los escritos que a continuación expongo.
La idea de fondo siempre es la misma: “Nada humano me es ajeno”.
La humanización de la humanidad, y valga la redundancia, en su sentido más profundo y extenso, es la tarea más grande y primordial que el ser humano tiene.
He invitado algún amigo, que también han escrito en este sentido, a que expongan en este Blog lo que deseen sobre sus vivencias y reflexiones para que puedan ser leídas por todos los que lo estimen conveniente. A todos ellos, gracias.
Zaragoza, 17 de Enero de 2016.
Laureano Molina Gómez

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